La autocondecoración…

En Cristina Fernández condecoraron su propio proyecto: concentración del poder, violaciones constitucionales y legales, arbitrariedades, abusos, mentiras y corrupción. Marcos Aguinis, en ‘El atroz encanto de ser argentinos’, hizo un breve análisis de las características más notables del peronismo, el “fascismo criollo”, que demuestra, a la luz de los acontecimientos que hemos padecido, que algunos procesos políticos, calificados como originales y “revolucionarios” por sus actores, no son más que una burda copia actualizada.. “Luego de tomar el mando -escribe sobre Perón- actuó con la velocidad del rayo para instaurar una suerte de dictadura legalista: se mantendrían las instituciones de la Constitución, pero debilitadas y sujetas a su poder unipersonal”.

La marcha del peronismo hacia una hegemonía férrea, según Aguinis, fue sistemática. “En 1949 reformó el Código Penal y convirtió en delito ‘ofender de cualquier manera la dignidad de un funcionario público’. De este modo impidió que se realizaran o circulasen denuncias contra el enriquecimiento ilícito de casi todos los funcionarios”. El miedo y la propaganda fueron dos de sus instrumentos. “El miedo se expandió hasta extremos desconocidos. Al mismo tiempo, se dilapidaron fortunas en una propaganda sin freno acerca de las pequeñas y grandes realizaciones gubernamentales… La publicidad invadía la radio, el cine, la prensa escrita, las pare-des, las tapias, los costados de los caminos”.

A pesar de que sus partidarios presentaban a Perón como un “líder revolucionario” que había evolucionado hacia el socialismo, Aguinis sostiene que el proyecto peronista fue fascista. “Perón se inspiró en Benito Mussolini: no sólo las ideas, sino la organización, los discursos, la censura, la asistencia social, la escenografía, la propaganda, la represión política, el balcón”. Nunca ocultó la evidente influencia del fascismo. Ni escondió sus vínculos con los dictadores de la época. “Fue acogido por Stroessner en Asunción. Luego pasó temporadas bajo el amparo de dictadores como Pérez Jiménez, Trujillo y finalmente Francisco Franco. No importaba que con esas siniestras escalas revelase entre quiénes se sentía mejor”.

Al final, Marcos Aguinis compara dos momentos del peronismo: el fundacional y el menemismo. “En ambos hubo fiesta, psicopatía, culto de la personalidad, corrupción, abusos, ineficacia, impunidad y doble discurso... En ambos se cambió la composición de la Corte Suprema y se evaporaron los sistemas de control para asegurarse la impunidad. En ambos se tendió a la hegemonía política y se modificó la Constitución Nacional para legalizar la reelección del presidente. El Estado fue usado para el enriquecimiento del jefe y sus amigos, así como para una propaganda oficial impúdica…” ¿Encuentra muchas diferencias, lector, con el proceso que hemos sufrido los últimos diez años?

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