Los colombianos estamos ad portas de votar en un Plebiscito – Si o No – sobre el acuerdo firmado en La Habana entre el Gobierno y las FARC, el movimiento guerrillero más antiguo del país.
Desgraciadamente la polarización política azuzada por el ex presidente Álvaro Uribe, fundamentalista de ultraderecha, que o en sus ocho años de gobierno a pesar de todos sus intentos y conversaciones, concesiones y acercamientos con la guerrilla no logró nada y por lo tanto no perdona a su sucesor que lo haya hecho, ha convertido este país en una olla de presión, que de estallar, tendría consecuencias impredecibles.
Obviamente no es un acuerdo perfecto, a la medida de cada uno de los cuarenta millones de habitantes, acostumbrados a casi un siglo de violencia, siempre desatada por ambiciones políticas, y por lo tanto acostumbrado a vivir o sobrevivir entre muertos, desplazados, secuestros asonadas y barbarie.
Colombia, y lo afirmo a título personal, es un país de muy poca memoria , nula en análisis críticos y profunda, ente ignorante de su historia y de su identidad .Siempre las mismas castas políticas, divididas ni tanto por ideologías si no por ambiciones de poder, se han repartido el botín burocrático, desde una cúpula profundamente centralizada en Bogotá, ciudad capital metida entre las montañas, que generalmente está de espaldas a la realidad del resto del país .Como consecuencia,grandes territorios, veredas municipios y pueblos jamás han tenido, presencia de Estado. Abandonadas de Dios y de sus gobernantes.
Los medios tradicionales, prensa y televisión, siempre ha tenido dueños y directores que amañan la información cuidando sus intereses empresariales. Salvo El Espectador, periódico nacional, apoyado por el grupo empresarial más grande de Colombia que ha dado plena libertad a sus colaboradores, y El País de Cali, tradicionalmente conservador que acoge en sus páginas editoriales columnistas de diversas ideologías. Incluyo también a la revista Semana, independiente, que para muchos es “de izquierda y tendenciosa”.
Es cierto que la Paz la deseamos todos. Pero corre peligro el Plebiscito, porque el miedo, la polarización, las arengas de un ex caudillo resentido y temeroso de que el ajuste de cuentas se le acerque mucho, puede dar al traste con este Acuerdo, fruto de cuatro años de diálogos, negociaciones y esfuerzos titánicos.
Estamos a un mes de votar SI o No. Curiosamente es el pueblo raso el que más ha sufrido esta guerra despiadada y sin razón, que apoya el Sí, y sectores privilegiados que no han sufrido de cerca el conflicto, salvo, porque en una época no pudieron acceder a sus fincas, que está por el NO , con mentiras y falacias a sus subordinados, la gran clase media que lo único que desea es ver fútbol y no le importa su país. Amanecerá y veremos.