Se suele repetir que, pasada la Guerra Fría, las relaciones internacionales han mejorado. Que los países se respetan más, que ya no hay actos de imposición imperial o abusos colonialistas de los que ha estado llena la historia. Pero hay hechos que nos hacen ver que el pasado de oprobio no ha sido superado, que no hemos avanzado, que los países colonialistas de Europa que manejaron el mundo por siglos y que aún tienen influencia internacional, son capaces de acciones francamente vergonzosas. Eso sucedió con el horrible incidente del que fue víctima el presidente de Bolivia, Evo Morales.
Regresaba Morales de Moscú, pero su avión fue impedido de sobrevolar el espacio aéreo de Francia, España, Italia y Portugal, sin mayor explicación. Tuvo que aterrizar en Austria, cuando la nave estaba llegando a los límites de seguridad, ya que necesitaba reabastecerse se combustible.
Después de titubeos y silencios, la causa del hecho salió a la luz. Los gobiernos de esos países recibieron información de que Edward Snowden, el espía norteamericano que abandonó la CIA, estaba a bordo del avión presidencial boliviano. Y aunque ningún vocero se atrevió a confesar cuál fue la fuente de esa información falsa, todo el mundo sabe que fueron los servicios secretos de Estados Unidos, país con el que los gobernantes europeos quisieron hacer “buena letra”.
Producido el bochornoso incidente, el Gobierno socialista francés declaró que había un malentendido y pidió una tímida disculpa, tratando de superar la situación. Pero la autoridades españolas tuvieron una actitud todavía peor que la prohibición del sobrevuelo. El Ministro de Relaciones Exteriores salió a decir que todo era legal y que no había por qué pedir disculpas. Cierto es que alguna derecha española ha sido de por vida cínica y torpe, pero en esta se les fue la mano. ¿Con qué cara asomarán en la próxima cumbre iberoamericana, cuando traten de meter sus inversiones y hasta promover que sus profesionales desempleados vengan a buscar trabajo en América Latina? Se dice que las disculpas y la solidaridad no son suficientes. Pero, más allá de la explicable indignación, en realidad no parece haber medidas que puedan tomarse. Además de organizar actos de rechazo y bloqueo diplomático, nos queda ver claro cómo nos tratan los poderosos del Primer Mundo, luego de sus discursos amistosos de conveniencia.
Y, desde luego, no podemos dejar de observar que Estados Unidos, un país que alberga a una gran cantidad de delincuentes, atracadores, exespías, desfalcadores, traficantes y otros “inversionistas”, puede cerrar los cielos del mundo y provocar que sus aliados europeos hagan un papelón con tal de meter preso a un espía propio que hizo aquello para lo que le entrenaron: robar información.