¿No decían que los tiempos habían cambiado, que vivimos una nueva era política, que el viejo país había quedado atrás y otras tantas linduras propagandísticas?
Creíamos. Pero al oír la voz unilateral y estridente de los sábados esa percepción se derrumba, la memoria vuelve al pasado, a la historia política contemporánea, a la vieja forma de ejercer el poder.
Vulgarismos y apodos tales como ‘lechuza peinada’, ‘nariz de tiza de sastre’, ‘gallo hervido’, ‘ven para mearte’, ‘no me ahuevo carajo’, ‘voy a morir en el intento’, ‘quiero ser el mejor amigo del imperio’ etc. Son apenas unas pocas señales de la política criolla que parecía superada. La única diferencia es que algunos políticos tenían gracia para contar sus chistes, nada más.
La voz única del sábado usó un término rioplatense, una mezcla coloquial de lunfardo, para referirse al ex presidente Osvaldo Hurtado. El vulgarismo usado fue atorrante, que equivale a vago, desfachatado o perezoso, según la Real Academia Española.
La etimología de esta palabra no está muy definida. Sin embargo, en Buenos Aires, se dan varias definiciones a esta grafía. Se remonta a la década de 1930 cuando se construyó la red de alcantarillado de la entonces romántica capital argentina, con Gardel en la cumbre de la popularidad y con el tango vivo en los arrabales.
A modo de leyenda, se cuenta que desde el interior de unos enormes tubos de concreto, todas las mañanas salían unos indigentes después de soportar la noche, el frío porteño y el hambre.
Se dice también que la marca de la tubería francesa era A. Torrans o Torrens y de allí se convirtió en una palabra de uso común para definir a los indigentes, no necesariamente niños, también trabajadores e inmigrantes que no tenían ni un peso para pagar un hotel.
Era, según algunos archivos de la época, el gobierno de Hipólito Irigoyen, caracterizado por una situación de depresión económica, pobreza, falta de empleo y muchas otras lacras sociales que convirtieron a atorrante en un sustantivo. Lo cierto es que, argentinizada la palabra, quedó para definir al que vive en los caños, muchas veces abandonado a su suerte por los gobiernos.
La única voz que vale en el país le dijo atorrante a Osvaldo Hurtado y aseguró que era más pesado que bailar con la suegra (suegras del mundo, uníos). No le perdona que haya redactado la Constitución en un cuartel militar. Conozco algunos recintos militares y no me parece que tenga nada de denigrante usar sus impecables instalaciones para escribir de democracia.
Hurtado no contaba con un barril de petróleo a USD 80 como para mandar a construir un mega edificio destinado al uso exclusivo de redactar una Constitución y con placa de reconocimiento por la obra.