Apenas terminó la reunión de Copenhague sobre calentamiento global a fines del 2009, el hemisferio norte se sumió en uno de los peores fríos invernales de los últimos años. No cabe duda que el clima está cambiando, pero parece que los expertos no logran ponerse de acuerdo en el origen de dicho cambio ni en la dirección que tomará. Hasta el día de hoy, las predicciones climáticas más fiables se extienden a unos pocos días y se circunscriben a regiones específicas.
La “macroeconomía” es otro ámbito en que los expertos no logran ponerse de acuerdo.
Hasta hoy los macroeconomistas no coinciden ni en las causas que estuvieron detrás de la Gran Depresión del siglo pasado ni en las razones que le permitieron al mundo salir de ella. Algo similar sucede con la reciente crisis financiera global, sobre cuyo origen y consecuencias probablemente los macroeconomistas debatirán durante décadas.
En Ecuador es igual. Basta mirar cómo la mayoría de los macroeconomistas se equivocaron el año pasado cuando previeron que, como resultado de la crisis financiera global, colapsaría la dolarización, habría una inflación rampante y la economía ecuatoriana caería en el caos, algo que finalmente no ocurrió. Si bien unos pocos economistas mantuvimos una posición contraria, tampoco estábamos absolutamente seguros de lo que decíamos.
Es usual que los macroeconomistas de prestigio cobren honorarios por prever lo que va a pasar con la “macroeconomía” y luego vuelvan a cobrarlos para explicar por qué no sucedió lo previsto.
Es que la “macroeconomía”, al igual que el clima, es un fenómeno demasiado complejo como para que pueda ser formulado o estimado con alguna exactitud por el más brillante macroeconomista y, menos aún, “manejado” por algún burócrata sentado en el Ministerio de Economía o en la casa de gobierno de cualquier país.
Basta mirar cómo incluso Alan Greenspan -el prestigioso y ponderado ex presidente de la Reserva Federal Norteamericana- pasó de ser el gran “maestro” detrás del mayor “boom” económico de la historia de EE.UU., al principal responsable de la crisis financiera en la que se encuentra sumido el mundo.
Por ello esta columna prefiere abordar temas microeconómicos como el ambiente regulatorio para los negocios, la criminalidad, el tráfico en la ciudad y otros de similar naturaleza, sobre los cuales es factible arribar a conclusiones y hacer previsiones con algún grado de certidumbre, además de ser más relevantes para la vida diaria de las personas.
La capacidad de los macroeconomistas para interpretar y predecir los fenómenos económicos a nivel agregado, no resulta mucho más exacta que la de los meteorólogos para predecir el clima o la de los astrólogos para adivinar el futuro. Su trabajo bien podría denominarse “macro-astrología”.