Todos conocemos la esencia del llamado “caso Assange” quien, a pesar de estar perseguido por la justicia británica y sueca, recibió asilo diplomático del Ecuador, “por denunciar los abusos del imperialismo”. La Cancillería ecuatoriana lo consideró un luchador por la libertad de información y rompió lanzas en su defensa. Acusó, de paso, a los sistemas judiciales de Australia, Suecia, Gran Bretaña y Estados Unidos y, temerosa de que Assange pudiera ser objeto de “tratos inhumanos, crueles o degradantes” que culminaran con una sentencia a cadena perpetua o a la pena capital, le ofreció residencia ad eternum en un recinto de pocos metros cuadrados. Para no ser acusada de darle un trato degradante, cruel o inhumano, construyó una ducha para el aseo personal del asilado.
Un periodista chileno, hace poco, denunció que la CIA estaba conspirando para desestabilizar al gobierno de Correa y que tan grave complot se vinculaba, de alguna manera, con el tema de la narcovalija. Tal periodista, invitado al Ecuador, fue recibido por el ministro Patiño quien, dando otra muestra de su interés en descubrir la verdad sobre la narcovalija, otorgó tal grado de credibilidad a su palabra que hizo declaraciones públicas al respecto. ¿Cómo no iba a escuchar a Mery si estaba denunciando otra de las conspiraciones típicas de la CIA? Ofrecerle la oportunidad de contar lo que sabía sobre el presunto complot contra el gobierno de Correa era medida no solo de buen gobierno, sino expresión de soberanía e interés para adentrarse en el misterio de la valija, oculto entre las páginas de un libreto de desestabilización.
A Chile, por supuesto, no le gustó la actitud de Patiño y lo dijo, de manera diplomática pero terminante, en un comunicado de prensa fechado el 8 de enero, en el que “rechaza de la manera más categórica cualquier atisbo de credibilidad que pudiera ser atribuida a la información entregada por el periodista chileno Patricio Mery al Canciller ecuatoriano” sobre un “involucramiento chileno en un supuesto intento por desestabilizar al gobierno del Ecuador”. Y añadió que “por cuanto ello -es decir la credibilidad dada por Patiño a Mery- no se compadece en absoluto con los excelentes vínculos políticos y económicos que existen entre los gobiernos y pueblos de ambos países”.
¡Tamaña lección de diplomacia no recuerdo que haya sido dada nunca a un Canciller ecuatoriano! Y Patiño ha guardado un elocuente silencio.
La explicación parece obvia: si a Assange, por denunciar al imperialismo, el Gobierno le concedió asilo, ¿cómo no recibir a Mery que está poniendo en claro las maniobras de la aborrecida CIA? ¿Y la política internacional del Ecuador?: desorientada, sigue su ineluctable camino.
¡Despertar, para crear un nuevo país el próximo febrero!