La participación estelar de Julian Assange en la “Cumbre para un periodismo responsable en los nuevos tiempos” dice mucho sobre las ideas que este Gobierno tiene sobre el periodismo y sobre la responsabilidad.
Como todos conocen, Assange publicó en su página web, WikiLeaks, unos 750 mil documentos clasificados, básicamente reportes del Ejército de EE.UU. sobre su guerra en Afganistán y cables diplomáticos emitidos por las embajadas que ese país tiene en casi todo el mundo.
WikiLeaks publicó la mayoría de esos documentos -unos 500 mil- sin saber si aquellas comunicaciones contenían información relevante que permitiera a sus lectores entender mejor un hecho determinado. (En realidad, ese volumen tan vasto de material cubría temas innumerables, disímiles e inconexos; unos muy importantes y otros sin relevancia).
En nombre de la transparencia y la libertad, Assange publicó sin editar aquellos memorandos que citaban nombres de personas que el Ejército norteamericano identificaba como sus supuestos colaboradores. La sola mención de sus nombres en aquellos documentos provocó la muerte de muchas de esas personas y de sus familias, en manos de los Talibanes. Assange nunca contrastó con los aludidos si de verdad colaboraban con los norteamericanos.
En vista de la crítica generalizada que WikiLeaks recibió por haber publicado esos documentos de forma tan irresponsable, los siguientes informes militares fueron divulgados mediante un software que esta vez borraba absolutamente todos los nombres que constaban en aquellos documentos. Esto provocó, en cambio, que los textos publicados se volvieran ininteligibles. Así, el supuesto ejercicio de información quedó en nada…
La publicación de los cables diplomáticos no provocaron muertes pero sí una serie de malentendidos entre naciones amigas y distanciamientos entre Gobiernos poco afines. Assange decidió publicar memorandos diplomáticos sin explicar que muchas veces esos informes solo contenían opiniones personales de funcionarios de mediano nivel del servicio diplomático norteamericano y que no eran documentos que reflejasen una posición de los EE.UU.
Assange y su organización se hicieron famosos cuando divulgaron un video al que titularon ‘Asesinato colateral’. Aquel video muestra a un helicóptero norteamericano abriendo fuego sobre un edificio en Bagdad, en donde mueren 18 personas, algunas de ellas armadas y otras no, pero ninguna con una actitud amenazante hacia el helicóptero.
El video hubiera sido aclamado por la opinión pública si no se hubiera descubierto que había sido alterado por Assange y su grupo para borrar las imágenes de un iraquí apuntando su bazuca hacia la antes anotada nave.
¿Este es el ‘periodismo’ que queremos?