Frente a la insurrección de fines de 1911, el general Julio Andrade respaldó la “constitucionalidad”, sostenida por los liberales moderados que, aliados con grupos conservadores, intentaban controlar el poder, eliminado el “elemento machetero” del liberalismo.
Andrade combatió a los insurrectos como segundo jefe de Plaza en enero de 1912. Ganó la batalla de Huigra. Hizo lo que pudo para impedir el traslado a Quito de don Eloy y otros jefes liberales, bárbaramente arrastrados y quemados el 28 de enero. Pero no protestó públicamente y siguió sirviendo al gobierno provisional de Freile Zaldumbide. Una vez muerto el caudillo, los beneficiarios del crimen se concentraron en la lucha por la presidencia y buscaron el control de los cuarteles, puesto que el Ejército seguía siendo el “gran elector”.
La primera candidatura que se había lanzado era la del general Leonidas Plaza, quien se mantuvo como Comandante en Jefe del Ejército y contaba con aliados como el Ministro de Guerra, general Juan Francisco Navarro, y el de Hacienda, Federico Intriago.
Los “liberales del orden” y los conservadores, con la derrota del alfarismo, vieron la posibilidad de avanzar al poder. Candidatizaron a Carlos R. Tobar, miembro de la aristocracia quiteña, conservador con ribetes liberales. Lo respaldaban el encargado del poder Freile Zaldumbide y el ministro de lo interior Octavio Díaz.
Casi a última hora surgió la candidatura del general Julio Andrade. Sus partidarios eran resentidos del placismo, entre ellos uno que otro radical, pero la mayoría liberales moderados adversarios del alfarismo. Andrade creció en la opinión pública quiteña. Se lo veía capaz, buen conductor castrense y sobre todo, todavía más propenso que Plaza al entendimiento con el conservadorismo.
El 5 de marzo se agudizó la lucha por dominar los cuarteles. Plaza parecía controlar la guarnición de la capital.
El encargado del poder y Julio Andrade se instalaron en la Intendencia de Policía. Cerca de la medianoche se oyó un disparo dentro del edificio y luego gritos seguidos de otros disparos.
Al parecer, los placistas habían comprometido a la Policía y en ese momento procedían a ocupar su cuartel. En medio de la confusión, el general Andrade intentó hacer frente a los hechos, tomó un rifle que estaba a mano y se dirigió a la puerta que daba acceso desde el corredor. Entonces recibió un balazo desde afuera y cayó exánime.
El control de los cuarteles por los placistas fue completo y el gobierno fue depuesto.
El Presidente de la Cámara de Diputados se hizo cargo del poder y presidió unas elecciones presidenciales en que triunfó Plaza. Él fue el beneficiario del crimen. Pero no se encontraron pruebas de que lo hubiera dirigido. Quienes han estudiado los hechos piensan que fue una bala perdida en una maniobra placista.