¡Qué vergüenza!

Mientras el mundo moderno busca defender las instituciones, hace esfuerzos por preservar una justicia independiente, repele cualquier intento de perennizar en sus cargos a autoridades públicas, en el Ecuador se hace exactamente lo contrario. Para que no quede duda alguna, es el Parlamento hoy llamado por el lenguaje chavista Asamblea Nacional, quien promueve la reelección indefinida del Presidente de la República. El Congreso, a través de su mayoría oficialista, envía “autónomamente” su propuesta a la Corte Constitucional para que esta haga lo que ya todos suponíamos y dicte sentencia. Se pinta de democrático y constitucional, que sea esta Corte la que analiza “independientemente” esta propuesta para finalmente decir sí, procede y que la Asamblea decida. Jugarreta impresentable. No sé a quién engañan.

Hace pocos años, muchos de los que hoy son gobierno eran los acérrimos opositores a los regímenes anteriores a los que tildaron de neoliberales, como si en el país alguna vez se ha aplicado de lleno esta escuela de pensamiento económico y, entre sus grandes proclamas, hablaban de la alternabilidad del poder, de la independencia de las funciones del Estado habiendo sido, además, fogosos defensores de los derechos humanos y de la libertad de opinar y discrepar. Hoy, ellos mismos que formaron parte de un rompimiento constitucional como fue el derrocamiento del expresidente Lucio Gutiérrez, son los que buscan ahora vivir para siempre en el poder, con el triste argumento de necesitar más tiempo para que se vean los frutos de la Revolución Ciudadana. Por supuesto que vamos a ver la obra terminada. Esto es, un país sin instituciones, una nación sin democracia, una economía sobreendeudada, con buenas carreteras y tal vez con alguna obra hidroeléctrica, pero sin respetabilidad internacional ni credibilidad externa. Un país dividido entre ecuatorianos, los correístas y el resto.

La agresividad gubernamental se siente en las calles de las ciudades, lejos de propender la unión nacional , nos han separado. Daño irreparable. Nuevamente ha surgido la lucha de clases, tan detestable realidad del pasado que hoy la han reivindicado.

¿De qué me sirve el petróleo sin no puedo libremente expresar mis ideas sin que se les ocurra aplicar a dedo el Código Integral Penal? ¿Para qué voy a emprender en un negocio si por alguna circunstancia tengo una discrepancia con el Estado y pierdo de entrada?

Saben muchos gobiernistas que si mañana no están en el poder van a tener que esconderse muy bien. Si tan bien han hecho las cosas, pues sometan a consulta popular el tema presidencial, abran la información de Gobierno, sean democráticos. Se repite en Ecuador lo que ha dicho el dictador cubano varias veces, ¿para qué elecciones si el pueblo me quiere por siempre? Me duele el país de hoy, pero sobre todo el que tendrán que soportar nuestros hijos y nietos.

Columnista Invitado

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