En la lógica correísta quien más méritos ha hecho para llegar a ser el nuevo fiscal general es Carlos Baca Mancheno. Sin lugar a dudas.
Una de sus principales cartas de presentación y muestra de idoneidad es su paso por la Presidencia de la República. Antes de postularse Baca fue consejero de Rafael Correa, a quien con sobradas razones le demostró su probidad. Sobre todo su lealtad.
Sí. Lealtad. Esa es una de las condiciones mas apreciadas por el oficialismo. La piedra angular de un Gobierno que encontró la forma de reciclar constantemente a la mayoría de sus funcionarios, no solo en el Ejecutivo. Sino en todos los poderes del Estado, a condición de que sean leales con el proyecto. Por eso, Correa detesta tanto a las viudas del poder. A esos ‘traidores’ de cuello blanco, que como Carlos Pareja y su primo Pedro Delgado hoy son los enemigos de la revolución. En esta hermandad la independencia de las autoridades es lo de menos. Poco importa que Baca haya sido el encargado de dirigir la Comisión que el Régimen integró para investigar el 30-S.
Lo más importante es que ese organismo avaló la tesis oficial de que la insubordinación policial fue un intento de golpe de estado blando, orquestado con el apoyo de políticos de la oposición.
Incluso por fuera de la institucionalidad de la Fiscalía que hoy busca dirigir.
Por todos estos antecedentes, el candidato de la nota perfecta (obtuvo 50/50 en sus méritos) es el más opcionado a ser el nuevo Fiscal. Cabe preguntarse ¿qué grado de independencia tendrá para investigar casos de corrupción que involucren a personajes del correísmo?
Seguramente la respuesta se puede encontrar en las actuaciones del fiscal Galo Chiriboga, quien antes de asumir el cargo también fue parte del Gobierno. Especialmente su desempeño en el caso Odebrecht, firma que aquí pagó coimas de 33,5 millones a funcionarios del Régimen, según el Departamento de Justicia de EE.UU. Mientras en otros países hay detenidos en el país ni siquiera hay un sospechoso.