El próximo 2 de abril quienes acudamos a votar nos encontraremos en la papeleta con dos candidatos que, reconozcámoslo, no son el ideal para muchos de nosotros. El uno entraña el continuismo de un modelo que ya lleva 10 años en el poder y que da muestras claras de agotamiento y el otro un cambio de paradigma, pero cuestionado por ser banquero, con todo lo que eso significa en nuestro país, y por su conservadurismo, lo que preocupa en relación a temas como derechos reproductivos y de minorías sexuales, entre otros.
Ahora, si bien un demócrata lleva su compromiso con la democracia más allá de sus creencias o del origen de su fortuna, algunas de estas razones han llevado a muchos a decidirse por anular su voto en el próximo proceso electoral como muestra de rechazo a las alternativas planteadas o de hastío con la clase política en general. Dado que el voto es la expresión más clara de la democracia, anularlo se convierte en una forma de reivindicación y de protesta en contra de la forma en que se hace política y/o de quienes la hacen.
Pero, más allá de la supuesta sanción moral a la clase política y a los candidatos en papeleta, ¿cuál es el efecto práctico de votar nulo? Antes de responder a esta pregunta recordemos que el Código de la Democracia determina que el ganador de las elecciones será aquel que obtenga al menos la mitad más uno de los votos válidos, esto es, excluyendo a los votos nulos y blancos.
Hagamos números para que quede más claro: si, por ejemplo, votan 100 personas y de ellas 10 votan nulo, ya no tenemos 100, si no únicamente 90 votos válidos, lo que significa que ya no ganaría quien obtenga 51 votos si no aquel que obtenga solamente 46. Vemos entonces, que la cantidad de votos que un candidato necesita para hacerse con la elección se reduce. Así, contestando a la pregunta planteada, votar nulo, en la práctica, facilita que el candidato que esté primero se haga más fácilmente con la elección.
De acuerdo a las últimas encuestas publicadas, el porcentaje de gente con la intención de anular su voto en las elecciones es un número nada despreciable en una elección que probablemente va a resolverse en una suerte de “foto finish” en la que cada voto contará.
Frente a esta encrucijada, si usted de verdad está decepcionado de la política y de quienes la practican o no comulga con las ideas de ninguno de los candidatos, en lugar de anular su voto debería votar por aquel candidato que más comprometido esté con la democracia, con los derechos humanos, con la restauración de las instituciones, con la rendición de cuentas. De esta forma, esas ideas y esa ideología suyas podrán expresarse libremente en el siguiente gobierno y deberán ser respetadas y acogidas, más allá de lo que crea el gobernante de turno. Votar nulo es darse un tiro en el pie.