Es increíble lo que les pasa a los agricultores del arroz en Guayas y Los Ríos, los mayores productores del país. Ellos deben esperar a que llueva para iniciar las siembras y aún siguen sin resolver su problema de comercialización.
Es increíble, porque después de tanta inversión en grandes ‘megaobras’ de riego o control de inundaciones, la mayoría de los arroceros y productores de otros alimentos ya debía contar con sistemas de riego, para no depender de la temporada invernal.
Sería un lugar común decir que la realidad es diferente; más bien esa realidad no ha cambiado en décadas. Los únicos que pueden darse el lujo de producir arroz todo el año son los campesinos de una parte de Daule (Guayas), porque ahí funciona un antiguo sistema de riego.
En julio del 2014, el entonces Ministerio Coordinador de Sectores Estratégicos anunciaba que para el 2017 se tendrían 614 000 hectáreas con regadío, tras una inversión de USD 2 500 millones. Los proyectos Múltiple Chone, Chongón-San Vicente, Control de Inundaciones Bulubulu, Control de Inundaciones Cañar y Control de Inundaciones Naranjal están construidos y en funcionamiento.
En Los Ríos, Guayas y Manabí, las tierras dedicadas al arroz se ven secas y los agricultores están desesperados. Y el motivo es doble, porque su mayor dolor de cabeza de cada año no tiene arreglo: el bajo precio de la saca de arroz que les pagan los intermediarios.
La ausencia de una verdadera cadena productiva del arroz hace que cada año se repitan los mismos problemas, tan repetidos hasta el cansancio. Se tienen altos costos de producción, ya sea por falta de tecnificación, semillas, riego e insumos caros que impiden ser competitivos: La otra parte es la intermediación en la comercialización, en la cual los mayores perdedores son los agricultores, porque reciben un bajo precio, y los consumidores, porque pagan más por el producto.
Esperemos que en 4 años no tengamos que presenciar este mismo panorama.