Aroma de marihuana

Una vez más, durante una cena medio formal, el tema de la legalización de la marihuana saltó como un grillo verde sobre la mesa. Un señor de corbata impecable opinó con tono grave que el debate recién principia y queda mucha tela por cortar. Repliqué que, para mí, el debate había empezado cuando estudiaba en San Francisco, en el mítico año 68, y para un trabajo de la clase de sicología debí consultar partes de The Marihuana Papers, un grueso libro en cuya portada se lee todavía: "¿Debe la marihuana ser prohibida o legalizada?".

Como sabemos, el movimiento hippie y su contraparte, la guerra de Vietnam -donde los jóvenes soldados aprendían a matar y a drogarse al mismo tiempo- habían introducido el tema en la agenda pública. Sí, eran dos usos distintos de la droga: uno, para la paz; otro, para la guerra. Para la paz venía acompañada de la cítara de Ravi Shankar y de muchachas lánguidas que olían a incienso y pachulí; para la guerra, la psicodelia estallaba con las bombas de napalm.

Poco después, el gobierno de Nixon forjó un nuevo enemigo y se lanzó a perseguirlo. Así, la guerra contra las drogas se convirtió en un eje de la política exterior norteamericana con los desastrosos resultados ya advertidos por el colombiano Antonio Caballero allá por 1988, en un memorable artículo: 'Drogas o papas fritas'. Tan al pie de la letra se cumplieron sus previsiones que 25 años más tarde incluso este Ecuador de política revolucionaria y moral conservadora (¿o es al revés?, ya me perdí con eso del matrimonio homosexual y la píldora del día siguiente) acaba de despenalizar el porte individual de la antigua yerba maldita, junto a la coca, la base y la heroína. Medida que contó con el preámbulo de un importante funcionario de origen socialcristiano, lo que duplicó la sorpresa.

De modo que el debate tiene largas décadas y me parece bien que el Consep haya reglamentado sin más dilación las cantidades límite, pues si llamaban a consulta popular (como se planteó para el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo) la tesis habría sido rechazada. En Uruguay, por ejemplo, fue la respuesta negativa en las encuestas la que obligó a reformular la audaz propuesta del presidente Mujica de que el Estado asumiera el cultivo y la distribución de la marihuana. Y eso que la población uruguaya, calificada por el diario El País como "la más laica de América", aceptó sin problemas el matrimonio igualitario que aprobara el Congreso y dejó pasar este domingo la ley que despenaliza el aborto.

Si uno mira cómo se expanden las actividades del narcotráfico en el país, y cómo la respuesta militar no ha hecho más que agravar el conflicto en Colombia y México, donde el remedio ha sido peor que la enfermedad, es el momento de aplicar medidas audaces, que de yapa tienen un aroma antiimperialista.

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