El fin del Yasuní-ITT pone en evidencia que todo eso del ‘buen vivir’ y del ‘cambio de matriz productiva’ es simple pirotecnia verbal que el Gobierno de Alianza País (AP) utiliza para dar un cierto halo de modernidad al populismo añejo que practica; el mismo que instauró el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México, a inicios del siglo pasado.
Liderado inicialmente por Lázaro Cárdenas, el PRI terminó creando un Régimen de partido único que duró 66 años en el poder, gracias a la industria petrolera que Cárdenas nacionalizó por completo y que produjo miles de millones de dólares para financiar obras públicas faraónicas que cada ‘Jefe supremo’ -así se les decía a los presidentes erigidos por aquel partido- decidía emprender para demostrar la grandeza de su gestión.
En el plano político, el populismo de partido único del PRI se amparó en una retórica nacionalista y en una intrincada red de patronazgos y clientelismo político que se dedicó a comprar el silencio o la complicidad de todos los sectores económicos y sociales de México. Sí hubo elecciones periódicas en aquella época del ‘priísmo’ pero no fueron transparentes ni competitivas.
Más bien, los fraudes fueron cada vez más escandalosos. (Irónicamente, el peor fue el que sufrió Cuauhtémoc Cárdenas, hijo de Lázaro Cárdenas). Tras más de seis décadas en el poder, el populismo de partido único del PRI sembró ineficiencia, corrupción y terminó con el sistema democrático mexicano. ¿Cómo evitar que nos pase lo mismo en Ecuador? En el plano político, la reelección presidencial indefinida debe ser rechazada por la clase política y por la sociedad civil en general. Una figura electoral como aquella más 18 000 millones de dólares en ingresos petroleros adicionales para el Ejecutivo harán creer a más de un político que es fácil quedarse en el poder porque sobraría dinero para resolver cualquier problema de un solo plumazo.
En el ámbito económico son necesarias dos medidas: primero, crear un fideicomiso que maneje una porción mayoritaria de las nuevas exportaciones del Yasuní. Esto es importante no sólo para impedir que el gasto público siga creciendo tanto, sino por responsabilidad con los ecuatorianos que nacerán en las próximas décadas y que también tienen derecho a beneficiarse de esos recursos.
También habrá que eliminar el subsidio indiscriminado a los combustibles. Si no lo hacemos, vamos a seguir acumulando ineficiencias -como tener un parque automotor cada vez más desproporcionado- y no podremos destinar la renta petrolera del Yasuní a resolver problemas más acuciantes.
Si no hacemos todo aquello, habremos destruido un patrimonio natural de la humanidad para hacernos más ineficientes y menos democráticos.