El poder político suele negarse a sí mismo cuando no encuentra la solución a los problemas del país que no puede resolver.
Negarse a sí mismo es mostrar que con todo su poderío no alcanza a resolver el tema de la inseguridad ciudadana.
Negarse a sí mismo es mostrarse frágil al acusar a los periodistas de diseñar, crear o inventar una estrategia mediática para inflar las noticias sobre inseguridad.
Yo no creo que los periodistas inventemos nada.
A veces nos equivocamos, se nos escapa un dato, nos falta consultar a una de las fuentes o titulamos de manera imprecisa.
Pero es evidente que con mayor o menor énfasis, los medios de comunicación y los periodistas dan espacio a los temas de inseguridad ciudadana porque es el asunto que más preocupa a la gente y porque es la gente la víctima directa de los delincuentes.
Nada obtendría la sociedad si los periodistas ocultáramos lo que ocurre en las calles, en las casas, en los locales comerciales.
Por el contrario, los periodistas no estaríamos cumpliendo nuestro deber de contar a nuestro público lo que tenemos que contarle.
A los periodistas nos compete informar con precisión, equilibrio y profundidad.
Nos toca seguir trabajando por un periodismo atento, reflexivo e inteligente, que no solo registre los sucesos sino que los coloque en sus contextos sociales, económicos y geopolíticos.
Porque es nuestra obligación que la sociedad entienda, exija y aporte soluciones.
El poder político tampoco lograría nada si omitiera o callara las informaciones sobre los hechos delictivos.
El silencio nunca es buen consejero. Más bien se trata de que el país debata y tome decisiones consensuadas.
Tampoco es recomendable que el poder intente resolver el problema desde la represión, la recompensa y la delación.
En otras sociedades, esas ideas han terminado por convertirse en un búmeran contra los ciudadanos e, incluso, contra el mismo poder.
Así que, lejos de buscar culpables en quienes informan, analizan, interpretan u opinan, al poder le correspondería, con perspectiva nacional y liderazgo , convocar a todo el país a reflexionar sobre la cuestión.
Pero sin un poder capaz de admitir que, en este caso, su problema es la falta de respuestas estructurales, no será posible construir respuestas de fondo.
El poder confunde a los ciudadanos. Por un lado, culpa a los periodistas de supuestamente inflar los hechos delictivos y, por otro, arma campañas antidelincuenciales heredadas de sus supuestos adversarios políticos.
El miedo, la incertidumbre y la paranoia arman escenarios donde unos desconfían y estigmatizan a otros, donde la desconfianza nos convierte en ajenos, intrusos y enemigos de los demás. Es decir, en una antisociedad.