Las elecciones en Francia han arrojado unos resultados que, por el momento, han brindado un respiro a los que creen que la integración económica, el abatimiento de barreras comerciales, el manejo prudente de la economía conducen, a la larga, a mejorar las condiciones de vida y el bienestar de los habitantes. El triunfo de Emmanuel Macron, un joven que cuenta con una vasta preparación en una de las más prestigiosas instituciones galas, alejado de los extremos, que según los sondeos es el más firme candidato para alzarse finalmente con el triunfo el 7 de mayo, ha devuelto a tranquilidad a los mercados europeos. Pero no deja de llamar la atención la importante votación que alcanza Jean-Luc Mélenchon, líder del movimiento Francia Insumisa, que apenas queda rezagado por 4 puntos porcentuales del ganador. Idéntico fenómeno se observó con anterioridad en España, cuando Podemos se constituyó en una de las cuatro fuerzas políticas que tienen enorme incidencia en el suelo peninsular. En Grecia, simpatizantes de estos movimientos se encuentran en el poder; y, en Portugal, la tendencia se convirtió en la fuerza gobernante. Muchos de estos grupos mantienen relaciones que han sido exteriorizadas con organizaciones recalcitrantes de América Latina, como el chavismo en Venezuela, que no son precisamente un modelo de administración sino que, por el contrario, son muestra evidente de cómo desmantelar un país.
El crecimiento de estas fuerzas está íntimamente ligado con ese sentimiento antisistema surgido principalmente entre los jóvenes que conforman esos batallones de desempleados, que no logran integrarse al mercado laboral de manera plena, que observan cada vez más lejana la posibilidad de tener una vida como la que gozaron sus padres, en una época en que sus países se encargaban de modelar un estado de bienestar cuyo costo les terminó pasando factura a ellos.
Su posición que puede resultar entendible, en cierto modo los convierte en presas fáciles de los vendedores de sueños. Desde las tarimas es fácil realizar cualquier clase de ofrecimientos que en la práctica no tienen vialidad alguna, pero sirven para engatusar a tanto inconforme que finalmente ve trizadas sus esperanzas de cambio, como lo refleja el ejemplo de Grecia. El mundo real es cruel y tiene unas reglas. El que opta por alejarse de las mismas y es propenso a experimentar con la novelería, tarde o temprano sufre las consecuencias, basta preguntarlo a los venezolanos.
Hay que atender de forma prioritaria este asunto si se quiere que el mundo occidental siga siendo el paradigma del bienestar y las libertades. Alguna vez ya se hizo referencia a las palabras de Juan Belmonte, el matador de toros, quién ante la pregunta que le hicieron: ¿Maestro, cómo domina a esa fiera de más de 500 KG de peso que lo embiste? respondió: “…alimentándolo”. Ni más ni menos. Crear oportunidades, fuentes de trabajo, que existan salarios que lleguen a los hogares, es la única manera de conseguir una verdadera inclusión social y vencer el inconformismo.
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