‘¿Y ahora quién nos liberará de nuestros libertadores?”. Esta frase de Nicanor Parra, el antipoeta chileno galardonado con el último Premio Cervantes, me viene a la mente luego de bancarme fragmentos de varios de los enlaces sabatinos de Correa. El hombre canta, aplaude, se regodea y ríe de sus propios comentarios, críticas o insultos. Pasa en segundos de la calma a la euforia, de la mesura al grito. Un teatro montado para creyentes y pagado por contribuyentes. Terminé exhausto.
Se vende en los enlaces y en tanta cadena nacional, la idea de que Ecuador ha sido liberado. Lástima que el empaque de este megacomercial no trae instrucciones –las han borrado a propósito— para liberarse del libertador. Quienes se atreven a pedir que las instrucciones vuelvan a ser colocadas y advierten el cierre de espacios, el poder los acosa. Para los díscolos linchamiento mediático o juicio.
Parra sí que ha sido un díscolo. A sus 97 años y tras poner de cabeza a la poesía, alborotando a las palabras y abriendo puertas al dicho callejero, la ironía y la burla, recibe un nuevo premio. Cambió la “forma de leer poesía durante el siglo XX”, señaló el Instituto Cervantes.
Seguro que si Parra –un liberado de libertadores– hubiese expuesto en algún museo quiteño una adaptación ecuatoriana de su obra, estaría preso. El escritor representó a todos los mandatarios de su país ahorcados y colgados desde una viga, incluido Pinochet. Para el caso nuestro, Correa sería el último en aparecer entre los ahorcados. Debido a su alta sensibilidad, supongo que el Presidente no lo hubiera soportado.
Cuando laboraba en México como corresponsal, me invitaron a participar en un enlace sabatino a propósito de una visita de Correa a ese país. Qué bueno que no fui. Luego vi el programa y comprobé que no era el lugar para un periodista. Ahora que vivo en Chile, vuelvo a revisar las sabatinas. Ya son 248 y el tono no cambia.
“Vencerán pero no con vencerán”, “vencieron pero no con vencieron”, son frases de Parra que bien podrían aplicarse al proceso correísta, al que le falta cada vez más dosis de silencio y alguna lectura de antipoesía, terreno en el que todo puede y debe desacralizarse, incluida la poesía. Con eso, quizás repensarían algunas cosas.
Pero está difícil. Es más, sería peligroso corear ante Correa “socialistas y capitalistas del mundo uníos, antes de que sea demasiado tarde”. Esa frase del premio Cervantes recibiría diatribas en cualquier enlace sabatino. Ni qué decir de esta: “nuestros enemigos no son los marxistas ni los capitalistas, sino los pelotudos de siempre”.
Si el presidente leyera algo de Nicanor Parra quizás sería menos autoritario. Claro, siempre habrá el riesgo de que tras leerlo, repita lo dicho sobre Vargas Llosa: es un ‘limitadito’.