Diga lo que diga el gobierno, afirme lo que afirme, sostenga y muestre las carreteras y las hidroeléctricas que quiera, queda claro que durante ya casi una década no ha tenido un programa económico. Lo que sí ha tenido es un manejo de los recursos fiscales con una adicción al gasto público sin importar el nivel de los ingresos, pues se ha endeudado con altos y con bajos ingresos, la deuda ha sido una de las válvulas de escape y los aumentos permanentes de impuestos ha sido el segundo desfogue del desorden fiscal. Últimamente, ya con menos plata, busca vender empresas públicas, contradiciendo por cierto lo que sostuvo en cuanto las privatizaciones o figuras similares. Un programa económico requiere un norte preestablecido con metas explícitas de crecimiento económico, superávit fiscal o equilibrio, niveles de reservas internacionales, volúmenes de ahorro público que permita amortiguar choques externos, inflación objetivo, metas de pobreza y empleo, etc. El propósito del gobierno se ha reducido al buen vivir que se ha convertido en vivir bien para unos frente a otros.
¿Acaso un programa económico adecuado y técnicamente sustentado habría permitido que la deuda pública crezca cerca de 30 puntos de PIB en 7 años? ¿Es posible que seamos el segundo país más riesgoso de la región y con la menor inversión extranjera frente al PIB de la zona? ¿Es aceptable que un programa económico permita que, como ocurre en la actualidad, la plata prestada por el BCE al gobierno supere el monto de las propias reservas internacionales? ¿Cree el lector que un programa económico establezca que al final de 10 años de gobierno se busque recién cerrar un acuerdo comercial para firmar con la Unión Europea? ¿Qué prioridades tiene el accionar económico del gobierno al construir, en esta coyuntura, una mega construcción denominada “plataforma financiera” para que los señores del sector público estén más cómodos y llamarlo política contracíclica?
Los portavoces oficialistas repiten hasta el cansancio de las hidroeléctricas y las carretas, como si esas obras fueran la esencia de un programa. No dicen que la mayoría de esas obras se han hecho con deuda externa, no con inversión extranjera ni ahorro público, como tampoco dicen que las carreteras son para transportar productos, no desempleados.
Un programa económico no habría permitido que el Ecuador sea el único país del Pacífico Sur sin acuerdos de comercio ni habría dejado que el riesgo país llegue a un nivel que signifique emitir papeles en el mercado internacional con un costo de cerca del 11% anual.
Con el Estado metido hasta en la sopa, con un discurso de soberanía que ha significado en la práctica más aislamiento internacional, el país demanda un real programa económico, obligación prioritaria y urgente del siguiente gobierno.
Columnista invitado