En 2013 pude presenciar de cerca tres apariciones de la canciller Ángela Merkel que me conmovieron profundamente. La recuerdo fiel a sus tacos bajos, blazers conservadores y maquillaje discreto. Algunos se pueden preguntar qué puede conmover de la Mandataria más poderosa del mundo. Pues justamente eso. Merkel, a pesar de tener que enfrentar situaciones conflictivas, irradia templanza, generosidad y humildad. Ha piloteado la crisis europea, no ha abandonado a otras regiones del mundo y, menos aún, desatendió su Alemania (hoy multicultural). Siempre se mantuvo bregando por la educación y el empleo.
Si bien no es su estilo abrazar y besar, con sus actos se muestra cercana a la gente. Con su perseverancia y su vocación de diálogo ha sabido afianzar su liderazgo. Simpatizante del Bayern Munich, sufre y se entusiasma con partidos importantes de la Bundesliga y Champions League.
Su cable a tierra son las charlas con su marido, salidas al teatro o conciertos y cultivar su huerta. Por eso los alemanes cariñosamente la llaman Angie. Confían en ella. Quizás por su formación de doctora en física, es que analiza detenidamente cada problema, consulta con terceros, y luego decide y actúa. Los periodistas alemanes han descrito esta forma de actuar así: “Piensa desde el final hacia el principio”. Seguramente el hecho de haber crecido en la Alemania oriental la convirtió en una férrea defensora del respeto por los derechos humanos individuales, basados en el ejercicio de la libertad con responsabilidad cristiana, la integración global y un manejo sustentable de los recursos naturales.
Mi primer encuentro fue hace casi un año cuando le pude arrebatar un saludo personal en la capital chilena durante la primera cumbre de la Celac y UE mientras los mandatarios del mundo se peleaban para ubicarse lo más cerca posible de Ángela. Su mirada serena y firme cuando me saludó dejó entrever que le sorprendió que yo le hablara en alemán. Me sentí orgullosa de esta mujer. Una mujer de las ciencias, un ama de casa, simplemente una mujer, ocupando con discreción un lugar preponderante en la historia.
Tiempo más tarde, presencié su discurso en Berlín frente al Bundestag (Cámara de Diputados), donde luego de apoyar tímidamente su bolso rojo al lado de su pupitre, con total autoridad defendió la importancia de salvar la Unión Europea, recuperando el bienestar que permitiera mantener la paz en la región. Aprendí que esta mujer de estilo moderado, logró su propia conquista partidaria: sin abandonar los valores cristianos, revolucionó su partido CDU, logrando apertura y modernización. Entendió que si un partido no se compromete con las demandas de la actualidad, desaparece. Por ello trabajo para dar respuestas a las familias ensambladas, a las mujeres que necesitan de jardines de infantes para poder trabajar. Finalmente, la volví a ver a mediados de noviembre, ya reafirmada con un resultado nunca visto en las elecciones.