¿Por qué vuelve Correa?

Alianza País se desmorona, en medio de una disputa política que ha puesto al ala correísta contra las cuerdas, al borde del colapso.

En ese contexto, no es extraño que Rafael Correa anuncie que volverá al país para defender lo que queda de su proyecto político.

Más allá de las expectativas que genera su retorno –él había asegurado que se mantendría alejado de la política por un buen tiempo-, su venida es una acción desesperada por tratar de cohesionar el movimiento, o mejor dicho la fracción de sus seguidores, que tiene abiertos varios frentes.

El principal es el enjuiciamiento del vicepresidente Jorge Glas, quien es acusado de ser el autor de un presunto delito de asociación ilícita en el caso Odebrecht. Su causa es sintomática y desembocó en la ruptura de Alianza País, una vez que el presidente Moreno le retiró las funciones y lo convirtió en un paria en su Gobierno.

Glas se volvió el símbolo de la continuidad correísta, que, por cierto, nunca esperó un revés en las cortes que AP controló por tanto tiempo. Durante años, las denuncias, especialmente de la prensa y la oposición, no prosperaron en la Fiscalía y los tribunales, copados por funcionarios afines al oficialismo. Funcionales a sus fines.

El desenlace del enjuiciamiento de Glas es vital para Correa, pues estuvo al frente de las obras más importantes de su administración. Por eso, las acusaciones de que Glas fue la cabeza de un esquema de corrupción, aplicado sistemáticamente, son un golpe letal a su gestión y amenazan su futuro político.

Sus otras preocupaciones son la consulta, que, esencialmente, propone la eliminación de la reelección indefinida y la reorganización del Consejo de Participación.

Durante diez años, Correa vivió del conflicto y lo volvió su principal arma para aplacar y perseguir a sus antagonistas. A su regreso, sin duda apelará a la confrontación abierta para intentar reposicionarse. En esta ocasión, sin embargo, lo hará desde el otro lado, enfrentando a toda la institucionalidad que creó.

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