El correísmo cava su propia tumba

El ala correísta de Alianza País está atrincherada, presa de sus limitaciones. Incapaz de leer adecuadamente el momento político que vive el país, se aferra a esa práctica que primó estos últimos diez años: afianzar la hegemonía de su movimiento a cualquier costo. Proteger a algunos integrantes sindicados del otrora partido-Estado, aunque cada vez hay más pruebas de sus irregularidades.

Por el momento, la única causa que parece importarles es la defensa a ultranza del vicepresidente Jorge Glas, quien está preso, investigado por una supuesta asociación ilícita con Odebrecht.

Siguen ciegamente las pautas del ex presidente Rafael Correa, empeñado en una campaña para defender a Glas a capa y espada. Sabe que el proceso judicial también lo afecta, por el momento de forma indirecta, porque él es el principal responsable político de haberlo mantenido al frente de las áreas estratégicas.

Es muy difícil creer que Correa, que, según varias denuncias, contaba con un aparataje impresionante de espionaje desde la Senain, tanto para sus opositores como para sus colaboradores, no conoció lo que pasaba con Glas y su tío Ricardo Rivera. La Fiscalía dice que la asociación delictiva entre ambos es evidente y que el Vicepresidente tuvo una injerencia en el pago de coimas.

La semana anterior, la asambleísta del oficialismo María José Carrión, de la Comisión de Fiscalización, pidió la comparecencia del fiscal Carlos Baca para que brinde una explicación detallada sobre la investigación del caso Odebrecht.

La convocatoria puede interpretarse como un intento por presionar indirectamente a Baca, quien se excusó de acudir.

Así, el juego político del correísmo está supeditado el desenlace judicial de Glas. Una muestra más de la lógica de la cofradía, donde priman los intereses de grupo, no los de la colectividad. Esto revela la grave crisis del oficialismo radical, que con sus acciones u omisiones solo cava su propia tumba.

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