Este será un año como ningún otro. En todo el mundo habrá un choque atronador de políticas, economías y políticos. Con sus puntos de vista extremos y su estilo arrollador, el presidente electo de Estados Unidos, podría trastornar, y revolucionar, su país y el planeta.
Trump pondrá a Rex Tillerson, director ejecutivo de la compañía petrolera Exxon, como secretario de Estado, a banqueros de inversión en cargos claves de finanzas, a escépticos del clima y antiecologistas en organismos ambientales y de energía, y a Steve Bannon, un magnate de los medios de extrema derecha, como su estratega principal.
Las relaciones entre Estados Unidos y China, las más importantes para la estabilidad internacional, podrían pasar de la coexistencia de las dos grandes potencias, con una cuidadosa combinación de competencia y cooperación, a la crisis absoluta.
Trump, mediante una llamada telefónica al presidente de Taiwán, Tsai Ing-wen, y con sus comentarios posteriores, señaló que podría retirar la consolidada adhesión de Washington a la política de “una sola China” y, en cambio, utilizar a Taiwán como herramienta para negociar las políticas económicas con Beijing. Para el gobierno chino esta actitud es una provocación extrema.
El presidente electo designó director del nuevo Consejo Nacional de Comercio a Peter Navarro, un economista conocido por sus libros que demonizan a China, incluido Muerte por China: confrontando al dragón.
Trump parece decidido a hacer un giro de 180 grados en las políticas de comercio e inversión de Estados Unidos, empezando por abandonar el Acuerdo Transpacífico de Asociación para la Cooperación Económica (TPP, en inglés) y volver a negociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Otras medidas que se están considerando incluyen un arancel de 45 % sobre los productos chinos, tasas e impuestos adicionales a las empresas estadounidenses instaladas en el extranjero, e incluso un arancel de 10 por ciento sobre todas las importaciones.