La semana de las noticias internacionales estuvo marcada por la primera visita de Donald Trump al exterior, desde que inició su mandato; la rapidez de la obediente actitud del Consejo Electoral de Venezuela para convocar a la Constituyente a la medida de Maduro y el atentado terrorista en el Reino Unido.
Manchester se tiñó de sangre. Un concierto de Ariana Grande terminó en tragedia. 22 muertos y 116 heridos, todos inocentes sintieron la brutalidad del terrorismo en carne viva. Salom Abedi, con apenas 22 años, sería el perpetrador del atentado terrorista. El autodenominado Estado Islámico se atribuyó la autoría de la masacre.
Europa no deja de estar conmovida en corto tiempo, luego del tiroteo antes de las elecciones, en París. Ahora en Reino Unido hay elecciones. Los grupos integristas parece que ahora eligen como táctica golpear al sistema occidental allá donde duele, en los procesos electorales que son símbolo de libertad y expresión libre de la gente.
La reacción de la sociedad es, exactamente, aquella que quieren causar. Provocar terror.
Hacer propaganda, imponer ideas atávicas y atrabiliarias por medio de la fuerza y la sumisión. O el silencio.
Ya Londres vivió hace algunos años el sacrificio de la libertad personal y la intimidad en pro de la seguridad colectiva y se armó un nutrido debate. Los actos terroristas de Atocha, en Madrid, o de las Torres Gemelas, en Nueva York, empezaron a marcar un tiempo en que la violencia iba a intentar imponer su ley macabra.
París, Niza, Estambul, luego y varias ciudades del Occidente cristiano pero también poblaciones donde los musulmanes son mayoría, viven a la expectativa. Culpar a todos los islamistas de compartir esa visión es simple e injusto pero hay terroristas integristas que creen que van al cielo matando con sevicia. Las decapitaciones transmitidas por internet fueron solo un capítulo de la cruel estrategia de mercadeo. El terror ataca de nuevo. Millones viven en zozobra.