La semana que terminó marcó en el calendario el aniversario de la revolución popular sandinista. El 19 de julio de 1979 las fuerzas insurrectas lideradas por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, derrocaron al dictador Anastasio Somoza.
La extrema pobreza y la falta de educación hundían al país centroamericano en una larga y profunda noche. El derrocamiento de Somoza fue saludado por las fuerzas progresistas de América Latina.
Las fuerzas democráticas y la insurgencia que agrupaba a distintas facciones progresistas instauraron una Junta de Gobierno que poco a poco se fue desmembrando hasta dejar el poder en manos de Daniel Ortega y la comandancia del FSLN y sus nueve altos dirigentes.
Luego de los cinco primeros años de la Revolución se celebraron elecciones presidenciales, donde el binomio de Daniel Ortega y Sergio Ramírez triunfó. Durante el primer quinquenio el Régimen tuvo que hacer frente a la contrarrevolución, apertrechada desde Estados Unidos y que operaban desde los países vecinos impunemente. Pronto surgieron los problemas del poder. La corrupción saltaba por doquier y la hegemonía de los nueve comandantes se agrietaba. EL FSLN se rompió, perdió las siguientes elecciones, y construyó un proyecto personalista, un modelo populista que ha logrado volver al poder.
El discurso de esta semana, según La Prensa, diario crítico, duró apenas 15 minutos e ignoró las denuncias de préstamos millonarios concedidos a empresarios de la construcción y un escándalo de lavado de dinero. El poder concentrado y sin alternancia aniquila la democracia.
Con el 38 aniversario sandinista se juntó el Foro de Sao Paulo. Sus inspiradores están bajo tierra: Fidel Castro y Hugo Chávez. Lula fue sentenciado en primera instancia. Maduro, heredero del comandante, lidia con su propia incapacidad y faltó al foro. Su Gobierno reprimía la huelga general.