El Banco Central falló en los cálculos sobre sus necesidades de liquidez para realizar sus operaciones y, en una operación inusual, decidió empeñar 200 000 onzas de oro de la reserva a cambio de efectivo. Se trata de un crédito similar al que hace una persona cuando empeña sus joyas en el Monte de Piedad.
La explicación que dieron las autoridades para justificar esta operación, a 30 días y a una tasa del 1,44%, tiene tres partes. Por un lado, dicen, hubo un aumento de las importaciones. Eso significó una salida de divisas para pagar esas compras y se redujeron las reservas. Un segundo factor fue un aumento del crédito ofrecido por la banca privada, la cual tiene parte de sus depósitos en el Banco Central en forma de encaje.
Por último, no ingresaron cerca de USD
1 000 millones provenientes de la venta de petróleo porque las autoridades están renegociando varios contratos petroleros.
Estos tres factores, sin embargo, eran previsibles, empezando por la venta de petróleo, pues toda renegociación implica una etapa de incertidumbre en la cual se frenan los pagos hasta que se aclaren los contratos.
Además, en junio pasado terminó la vigencia de las sobretasas arancelarias, pero además el IVA volvió al 12% y se habían eliminado los cupos para la importación de vehículos. Entonces, era razonable que las importaciones aumenten y que haría falta más liquidez para hacer los pagos al exterior.
El aumento del crédito bancario también era previsible porque se necesitaba financiar un mayor nivel de consumo.
Lo que sucede es que el Banco Central viene trabajando al filo de la navaja. La semana pasada solo tenía recursos para cubrir la mitad de las reservas bancarias. La liquidez que disponía la ha canalizado al Ministerio de Finanzas con el fin de financiar el gasto público.
Para obtener más liquidez, la semana pasada Finanzas realizó una nueva colocación de bonos, lo cual incrementará las reservas del Banco Central, mejorando así sus indicadores, aunque durará pocos meses.