Hace años circulaban unos anuncios en los que un hombre aducía que había logrado su empleo a través de las páginas de ofertas laborales de The New York Times. Era una buena estrategia: anunciantes y buscadores de puestos de trabajo pagaban espacios en la sección de “clasificados” y los que deseaban empleo las consultaban.
La seriedad del diario neoyorquino daba garantías de que la información era seria y correcta. Años después comenzaron a aparecer unos posters, de las decenas que presumían de las ventajas de los rascacielos donde aparecía un Fidel Castro sonriente haciendo el mismo mérito. “Yo logré mi empleo gracias al NY Times)”.
Solo los lectores más avezados y conocedores de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, y las hazañas de la Revolución Castrista, interpretaban correctamente la irónica afirmación. Se refería a un detalle histórico poco conocido acerca de cómo Castro capturó la atención de los medios norteamericanos y el poder de Washington. Al parecer, Herbert Mathews, un experimentado periodista del diario, famoso tempranamente por haber informado de acontecimientos mundiales importantes, como la Guerra Civil de España, plasmó una entrevista con Castro en Sierra Maestra en 1957. El texto tuvo tal impacto que en Washington se consideró que debía ser en interés de Estados Unidos apoyar a la incipiente revolución que terminaría por derribar la dictadura de Fulgencio Batista, quien había reclamado la muerte de Castro. El resto es historia: Mathews ha quedado señalado por los anticastristas como un cómplice del sistema comunista, mientras que Castro y los suyos lo consideran a la altura del Che Guevara.
Ahora, si la decisión de los editorialistas de The New York Times, al recomendar al gobierno español que pacte con el catalán y autorice el referéndum anunciado para octubre, tiene éxito, los impresores de carteles y suvenires se apresurarán a diseñar uno con una efigie de aire “castrista”.
IPS