Tiene 8 años y busca a su hermana menor, Zoe Zuleica Torres Gómez, desaparecida en diciembre de 2015, cuando tenía 5 años, en el nororiental estado de San Luis Potosí. Es el buscador de fosas clandestinas más joven de México.
Con pico y pala, se unió la última semana de enero a la Tercera Brigada Nacional de Búsquedas de Desaparecidos, que el miércoles 30 encontró los restos de un cadáver en una fosa oculta en un campo agrícola de maíz y sorgo del ejido de Potrero de Sataya, en el municipio de Navolato, en el noroccidental estado de Sinaloa.
Se trata del segundo hallazgo de esta brigada, formada por un puñado de mujeres y hombres, que buscan entre la tierra pistas de sus hijos, hermanos y padres desaparecidos durante los años de la llamada guerra contra el narcotráfico, acompañados de algunos activistas de derechos humanos y sacerdotes.
“Un problema que no es reconocido no puede ser resuelto, y tampoco puede tener sanación”, dijo Juan Carlos Trujillo Herrera, el impulsor de las brigadas, a IPS, que acompañó su trabajo en Sinaloa.
“Todos los ministerios públicos (fiscales) del país están saturados con este tema, no hay una estructura que nos permita pensar que la institucionalidad va a funcionar. Por eso hemos tenido que salir nosotros a buscar a nuestros familiares”, insistió Trujillo, quien busca a cuatro hermanos desaparecidos.
Al llegar a la presidencia en diciembre de 2006, el derechista Felipe Calderón (2006-2012) militarizó la seguridad del país para combatir a las mafias del tráfico ilegal de drogas y lanzó a México a una espiral de violencia de la que no puede salir.
Un dato dimensiona la gravedad del problema: antes de ese año, el gobierno mexicano identificaba a siete grandes carteles del narcotráfico.
Diez años después, hay cerca de 200 grupos criminales operando en el país, según la información dada a conocer este mes por el Programa de Política de Drogas del Centro de Investigación y Docencia Económica (Cide).