Venezuela acude hoy a las urnas en medio de la peor crisis económica perpetrada por la ruina del chavismo en cuidados intensivos y con unas elecciones cuestionadas por medio mundo.
Casi todos los países y políticos sensatos han observado la legitimidad de unas elecciones diseñadas para que Nicolás Maduro se perpetúe en el poder y con la Mesa de Unidad Democrática, principal fuerza de oposición, que se abstiene de prestarse al sainete de la farsa electoral.
Casi todos menos uno, el ex presidente del Gobierno Español, Rodríguez Zapatero que está en plan papanatas avalando el sistema y con una venda en los ojos frente a la represión, el hambre y la miseria de la dictadura institucional tejida por Hugo Chávez y su esperpéntico sucesor. Este político complaciente con el chavismo intenta asesorar buscando un resquicio por estos lares.
La verdad es que el modelo chavista se agotó y sin bien mantiene apoyos políticos en sectores populares a los que mantiene con la dádiva clientelar -una caridad vergonzosa en un país que nadaba sobre la riqueza petrolera y la abundancia- por ahora, según analistas, el gran problema está en la pobreza y la hiperinflación, unida a la falta de alimentos cuando ya la producción es raquítica y está prácticamente aniquilada.
Al chavismo ya le surgen disidencias, sectores críticos desde adentro (prohibido olvidar que este tipo de regímenes les carcome la putrefacción y la ambición).
L a crisis económica ha sido tan fuerte que ha dejado en segundo plano temas como el control absoluto de autoridades electorales y jueces, una Asamblea que domina y soslaya al ente legislativo, las decenas de líderes opositores encarcelados y las manifestaciones violentas y la represión brutal.
Maduro es posible ganador frente a un candidato que salió de una facción oficialista, el señor Falcón y la oposición democrática, que con su negativa a participar busca no avalar el montaje del chavismo, ¿será que en fase terminal o con más oxígeno?