Apenas hace una semana el Rey Felipe VI encargaba al socialista Pedro Sánchez formar Gobierno. Algo insólito, se hubiera dicho, si se tiene en cuenta que Sánchez perdió las elecciones parlamentarias y dejó la directiva del Partido Socialista Obrero Español por discrepancias con la dirigencia.
Tal la dimensión de la crisis en que se hundió el gobierno de Mariano Rajoy, quien gobernó durante más de seis años. A Rajoy y a la credibilidad del Partido Popular (PP) le llevó al despeñadero la corrupción, el caso Gürtel que tiene en prisión por 33 años al tesorero del PP Luis Bárcenas. Se fue en medio del bochorno y pese a haber levantado a España de la crisis económica. Se fue con caballerosidad y deseando éxito al nuevo Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Sí. Suerte es lo que requiere Sánchez y algo más de pulso político. A una semana de posesionarse y una vez formado Gobierno empezaron los ajustes de cuentas de quienes le llevaron a la palestra política con su voto en el Congreso de los Diputados.
Pablo Iglesias, líder de la izquierda populista y cuarta fuerza política de España ya le pasa factura, no ve bien al gabinete ministerial y dice que es un equipo para contentar al PP. Toma distancia crítica.
El Diario ABC muestra la otra cara de Podemos, a Íñigo Errejón, responsable de Cambio Político y con aspiraciones electorales. Él ve al PSOE como fuerza confiable.
Otro frente complicado es Cataluña, Diario El Mundo registra que Quim Torre, al frente del Govern insiste en mantener embajadas de Cataluña en varios países, en un claro afán de seguir en su intento independentista. A esto se suma una noticia insólita y que debe leerse con atención. La nueva ministra de Política Territorial, Meritxell Batet ha dicho en Barcelona (es militante del Partido Socialista de Cataluña), que ve urgente, viable y deseable una reforma a la Constitución. Otra vez se puede tensar la cuerda entre Madrid y las autonomías separatistas que dieron votos a Sánchez.