El año que finalizó deja un mapa internacional convulso, guerras, terrorismo y un futuro impredecible en varios sitios del planeta.
La foto más dura de 2016 será aquella del pequeño niño muerto en las costas de Turquía. Es quizá el signo más aterrador de los desplazamientos humanos que dejan millones de refugiados huyendo de la guerra.
Una Europa atónita y un Oriente Próximo ensangrentado y aturdido. La virulencia del Estado Islámico, su reguero de sangre y una guerra civil siria cuyo final no s e atisba pese al alto el fuego de los últimos días del año, llegó a Europa en forma de millones de personas y con las bombas terroristas de los integristas islámicos fanáticos. Igual en Niza que en Berlín o París. El dolor de los muertos inocentes y la penuria de los desplazados no se olvidarán por tiempos.
En otro lado de Europa la visión ultraconservadora arrancó a Gran Bretaña de la Unión Europea y el Brexit tendrá impactos económicos y sociales y coletazos con varios partidos nacionalistas alentados por la creencia de que aislados todo es posible. Ellos se sienten amenazados por la migración de África y Asia. Su marca puede aterrizar en conquistas electorales futuras.
Tan diferente está el mapa mundial que ahora contamos con un Trump, próximo a posesionarse al frente de la potencia Occidental, con sus visiones xenofóbicas y su concepción autárquica.
Un líder cuyo pensamiento puede poner en riesgo la de suyo precaria paz. Su pulso y protagonismo y hasta rivalidades con otros líderes planetarios como Putin o Xi Xiping y la presencia de Erdogan pueden dar a este año características personales al liderazgo de grandes países de indudable influencia.
El acuerdo de Paz en Colombia abre expectativas y muchas interrogantes. El abandono de la lucha armada por parte de las FARC sería una noticia esperada y vital. Mientras, en el sur se juzgará a Cristina Kirchner, sus pares en Brasil ya está en la olla caliente de la brea espesa de Odebrecht.