Caminar por Quito es una actividad difícil. En varios lugares (el Centro, la Mariscal, la Jipijapa y otros) a veces hay que bajarse a la calzada porque simplemente la vereda o está bloqueada o no cumple su función, por diversas razones. Sin embargo, también es verdad que los peatones de Quito suelen comportarse con una indisciplina que resulta irresponsable y peligrosa.
Lo vemos todos los días en la estación de El Recreo, por ejemplo. A pesar del semáforo peatonal y de que es normal la presencia de los agentes de tránsito, el caótico cruce de la gente por la avenida Maldonado pone en riesgo a todo el mundo. Los conductores deben frenar a raya para no golpear a un insensato peatón que no espera su señal de paso. También deben esquivar a la avezada madre que demuestra sus habilidades gimnásticas saltando por las divisiones del carril exclusivo con un niño en brazos y tirando a otro de la mano. Y no falta el señor de cierta edad cuya puntería es infalible: está estático y se pone a caminar justo cuando el semáforo peatonal está en rojo.
Esos casos pueden verse en diversos lugares de la ciudad y fomentan el desorden general que impera en el sistema vial de Quito. El Municipio ha realizado algunos esfuerzos para ayudar a los peatones a caminar con algo de seguridad. Por ejemplo, hace un tiempo se derrocó el paso peatonal elevado frente a la Universidad Católica, el cual casi nadie lo utilizaba, y se lo sustituyó por un sistema de semáforos, algo mucho más práctico. También acaba de ajustar los tiempos en los semáforos de la 12 de Octubre y Veintimilla, con el propósito de ayudar a los peatones. Esos sistemas de pasos seguros deben ampliarse en el Distrito.
De nada servirán las políticas que ayuden al peatón si no se genera conciencia de la necesidad de disciplinarse mientras se camina, sin hacer otra actividad. Los agentes de tránsito deben llamar la atención y sancionar si es necesario a los peatones irresponsables. Caminar debe ser un placer, no una ruleta rusa.