El nuevo Presidente de la República recibió el 24 de mayo pasado una caja fiscal con más gastos que ingresos, una deuda pública insostenible, un mercado laboral deteriorado y un sector productivo que espera medidas concretas para reactivar la economía.
Frente a este escenario, el Mandatario entrante posicionó cinco temas en su primer día de gestión: austeridad fiscal, fortalecimiento de la dolarización, creación del Consejo Consultivo Productivo-Tributario, endeudamiento público en mejores condiciones y eliminación de cualquier intento de crear una moneda paralela al dólar.
En sus 10 primeros decretos dio señales de austeridad, al eliminar los ministerios coordinadores y la Secretaría del Buen Vivir. El impacto de estas medidas puede ser mínimo, pero el mensaje es relevante.
A partir de esta semana se espera que los anuncios se traduzcan en acciones, aunque el Presidente tiene dos limitantes. Por un lado, no tiene a quién culpar por los problemas que hereda, pues forma parte del movimiento político que los causó. Eso reduce el tiempo de la ‘luna de miel’ que gozan los gobiernos cuando se inauguran en el poder.
Y por otro, el Presidente saliente habló de la década ganada y aseguró que dejaba una economía en recuperación, lo cual obligará al actual Mandatario a tener coherencia con las medidas económicas de su antecesor.
Pero el nuevo Presidente sabe que para los problemas de gobernabilidad se evitan arreglando los desequilibrios económicos. El acercamiento al Banco Mundial, anunciado el viernes pasado, va en esa línea, pues las necesidades de financiamiento para este año ascienden a USD 12 500 millones. Esa cantidad de recursos requiere de un apoyo mayor de los multilaterales, pero también de la presentación de un programa económico creíble.
Y cualquier plan confiable debe partir de datos reales. Por eso, lo primero es transparentar, por ejemplo, las cuentas fiscales, la deuda global, los contratos petroleros y los movimientos de última hora del Banco Central.