Sergio Muñoz Bata. El Tiempo, Colombia, GDA
Mientras Vladimir Putin llega a La Habana a perdonarle deuda al Gobierno de los hermanos Castro, viaja a Buenos Aires a cenar con Cristina Kirchner y el uruguayo José Mujica, comparte el palco de honor en la final del Campeonato Mundial de Fútbol con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, y la canciller alemana, Ángela Merkel, en Río de Janeiro, el presidente chino, Xi Jinping, comienza una gira por Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba con el propósito de estrechar vínculos con la región, la Canciller de Alemania se ve obligada a expulsar al jefe de los servicios de inteligencia de la Embajada estadounidense en Berlín como represalia por el implacable espionaje estadounidense a la Canciller, a los servicios de inteligencia alemanes y a la ciudadanía de un país que ha sido un aliado incondicional de EE.UU. por lo menos desde 1955.
La represalia del Parlamento alemán y de la canciller Ángela Merkel no fue por capricho ni por hostilidad contra Estados Unidos. Fue para exigirle al poderoso aliado estadounidense que se tome en serio al país más poderoso de Europa. Para pedirle que deje, como bien dijo Merkel, “de gastar su energía espiando a los amigos”. Después del bochornoso incidente revelado por Edward Snowden del espionaje de la NSA a millones de personas en todo el mundo, Merkel fue a Washington a expresar su malestar y a demandar el cese del espionaje. Obama respondió a medias. Ordenó que se dejara de intervenir el teléfono de la Canciller, pero no se comprometió a interrumpir el espionaje en Alemania. La semana pasada, dos funcionarios alemanes fueron arrestados por espiar para los norteamericanos.
Se ha escrito que ni el propio Obama sabía nada de estos dos últimos incidentes. Lo irritante para los alemanes es que, a la fecha, Estados Unidos se ha negado a revelar la magnitud real de su programa de vigilancia en Alemania.
Mientras tanto, la imagen de Estados Unidos y de Barack Obama ha sufrido una considerable baja en la opinión de los alemanes. El porcentaje de alemanes que ven a Estados Unidos como un “socio confiable” cayó al 38 por ciento, según un sondeo de Infratest Dimap -la más baja desde el 2007-. Mientras que Edward Snowden, quien hizo las filtraciones sobre el espionaje de la NSA, es considerado un héroe. Esta no es la primera vez que aumenta el sentimiento antiestadounidense. Sucedió durante la guerra en Vietnam, pero volvió a la normalidad al terminarse el conflicto. La invasión de Iraq volvió a dañar la imagen de EE.UU. en el resto del mundo y también en Alemania. La elección de Obama creó enormes expectativas de que las cosas serían distintas, aunque pronto sobrevino la desilusión.
El Gobierno alemán siempre ha sido un aliado confiable de EE.UU., aunque nunca ha llegado al servilismo de Gran Bretaña con Tony Blair o la España de José María Aznar.