Poner a EE.UU. al tope de la agenda fue la idea central de la posesión del Presidente Trump. Pero todos los gobiernos estadounidenses han tenido como primordial objetivo avanzar los intereses de EE.UU. Lo que Trump hace es cuestionar las políticas de estado: una visión de cómo avanzarlos.
Con la implosión del imperio soviético hace un cuarto de siglo, EE.UU. pasó de una posición ideológicamente reactiva (contener el avance del comunismo), a una propositiva: la propagación y enraizamiento universal de la doctrina de derechos humanos y las instituciones democráticas.
Eso llevó a EE.UU. a tomar acciones sin relación evidente con sus intereses más inmediatos: la intervención de Clinton en Kosovo, aunque resultase en el surgimiento de un estado islámico liderado por guerrillas, escindido de Serbia cristiana; el tremendo error de Bush hijo de invadir Iraq y deponer a Saddam Hussein con la ingenua noción que en Iraq automáticamente nacería la democracia. El apoyo de Obama a la primavera árabe, que resultó en el derrocamiento de déspotas, desde el aliado Mubarak en Egipto, a quien sucedió la Hermandad Musulmana, y al errático Gadafi, con cuya cruenta muerte Libia entró en caos en medio del cual fue asesinado el embajador americano.
En el caótico Medio Oriente, Trump preferirá regímenes represivos que controlen a los terroristas: entendimiento con Putin para apoyar a Al-Asaad en Siria y la colaboración estrecha con el régimen militar egipcio que derrocó a la Hermandad y restauró la dictadura.
Criticó Trump que sus predecesores cuidaran otras fronteras y descuidaran las propias. Se traduce en menor contribución a la OTAN, presumiblemente en base a que Europa, más poblada y próspera que Rusia, puede defenderse sola. Aplicada al Asia, esta política podría llevar al rearmamento de Japón.
Lo de fronteras, sumado a la mención de crear empleos en EE.UU. para americanos, conforman una reiteración de un clima menos acogedor y permisivo con la inmigración ilegal, y quien sabe si incluso, la legal. Hay un millón de ecuatorianos en EE.UU., de los cuales al menos 200 mil no tienen papeles.
Reiteró el renacimiento proteccionista, que obligue a las empresas a producir en EE.UU. para vender en ese mercado. Eso no nos afecta mayormente, ya que vendemos productos primarios. Pero a México y China sí. Se alimentan temores de una guerra comercial.
Que gobernará con el pueblo y no con las élites, fue otra de sus promesas, lo que en todo caso es incongruente con un gabinete poblado de los grandes capitanes de la industria y banca.
En suma Trump reiteró sus promesas de campaña, un giro de 180 grados en políticas que se han mantenido durante décadas. Habrá un choque entre estas propuestas y las realidades. El desenlace es incierto.
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