Va contra la lógica de los tiempos. En plena era de las autopistas de la información, en la sociedad del conocimiento, cuando el pensamiento libre fluye por esos canales a millones de seres humanos en todo el planeta es anacrónico que el poder controle o intente controlar los contenidos de la información y la opinión libre.
En el Ecuador, por lo pronto un periodista de dilatada y respetable trayectoria profesional, Jorge Ortiz, deja las pantallas de Teleamazonas. Cuando estas líneas lleguen a manos de los lectores Jorge se habrá despedido y argumentará las razones de su retiro. Jorge ha sido uno de los periodistas críticos del Gobierno. Pero ocurre que Jorge ha sido crítico no solamente de este Gobierno sino de todos los anteriores y su estilo frontal, duro, siempre cuestionador acumuló seguidores. También es verdad que su estilo y persistencia molesta a muchos, pero en una democracia donde se goza de apertura y pluralismo los televidentes tienen en sus manos un elemento de poder: el control remoto que sirve como barómetro si alguna de las opiniones vertidas o estilos de hacer periodismo no son de su preferencia. Jorge, como Carlos Vera ayer fueron cuestionadores y críticos del Gobierno. Hoy ya no están más. Pienso que la democracia y el periodismo requiere de variedad de estilos y creo que no es sana esa sensación que nos invade: se quiere controlar el periodismo desde el poder, se quiere anular la discrepancia. Para muestra las cadenas sabatinas donde los insultos alcanzaron muchas veces a Ortiz y Vera. Personalmente pueda ser que en el ejercicio periodístico no comparta sus estilos ni muchas veces sus puntos de vista, pero defenderé su derecho a expresarlos en libertad.
Creo también que la Ley de Comunicación que ha provocado un largo debate es una muestra de esa intolerancia emanada desde las alturas del poder y que se refleja en el afán de controlar a los medios y amenazarlos con sanciones. Eso no es conveniente. Al país democrático le cuadra un debate abierto y plural y las críticas al poder son indispensables.
El tema además entra en debate cuando vemos que el poder en todas partes hace lo suyo. En Italia, Berlusconi aprieta a los medios y estos reaccionan. En Venezuela el caudillismo impide las fotos de los muertos de la violencia como si fuesen a pararla con su prohibición, al punto que diarios como El Nacional y Tal Cual publican espacios en blanco con una banda que dice: “Censurado”.
En Argentina, la arremetida del populismo familiar se va contra los grandes diarios, acosa y amenaza.
En Ecuador los medios independientes ven crecer el aparato estatal de medios y propaganda y los que intentan ser libres dan una dura lucha que inclusive recibe injustas generalizaciones.
Defender la libertad de expresión de la gente como un ejercicio plural es cuestión vital.