Altivos i soberanísimos

Recuerdo uno de los primeros motores de Correa para ganar votos. El rechazo al imperialismo. Motor potentísimo, una máquina de captar votos. El dispositivo fue previamente utilizado con éxito por Chávez (y no olvidemos que también por Lucio Gutiérrez), y sabiamente Correa decidió emplearlo también.

Ese proyecto de construir una patria soberana, sin poder por encima de ella, altiva, maestra de su propio destino, se configuró como una de las ideas nucleares de su movimiento. Tanto así, que la segunda palabra de Alianza País es un acrónimo de “Patria Altiva I Soberana”. Así es, nunca más nos bulearían, con Correa nos haríamos respetar.

No voy a mentir, a mí la idea de hacer del Ecuador un país soberano me atraía. Tenía fresca la memoria del infame Consenso de Washington (donde nos “obligaron” a imponernos medidas económicas nefastas), en fin, sobraban ejemplos que hacían que uno se sienta aplastado bajo la bota americana. Por aquellas épocas - la primera candidatura de Correa se lanzó en el 2006 - Iraq era un verdadero desastre, producto de la pésima campaña estadounidense. Era fácil tener ideas antiamericanas, y era aún más fácil sentirse víctima.

Correa vio esa oportunidad, abanderó ese discurso, y capitalizó con maestría el sentimiento antiimperialista. ¡Jamás el Ecuador volvería a ser una colonia! Pero esto fue, claramente, una patraña electoralista.

Debemos tenerlo muy claro; no somos ni un ápice más soberanos. Lo único que hicimos fue cambiar un imperialismo por otro. Cambiamos el imperialismo americano por el chino. Y, ese cambio es escandalosamente malo. Hechos al dolor, si nos tenemos que poner a escoger, yo prefiero el imperialismo estadounidense - mil a uno - al chino.

Consideremos, por ejemplo, los niveles de transparencia y rendición de cuentas de los EE.UU. con China. Por más abundantes que sean los fallos del sistema americano, jamás serán comparables con las prácticas de uno de los regímenes más opacos del planeta. Ese cambio incluso hubiera tenido algo de sentido si China fuera nuestro principal socio comercial, pero no es ni el segundo (y todos sabemos cuál es el primero).

Hace dos meses cuando la visita del Presidente chino, no pude evitar pensar, “esto no es más que el chulquero que viene de visita, a recordarnos con unas cachetaditas el monto de los pendientes y decirnos que no se olvidará jamás de estos créditos.” Si, el mensaje nos quedó claro, esta deuda la vamos a pagar cara.

Recuerden el desgarrador desalojo de la comunidad de Nankints. También el vergonzoso entreguismo de los gobiernos de inicio del siglo pasado a transnacionales como la United Fruit Company, que instigó la llamada Masacre de las Bananeras. ¿Cambió la Patria? ¿Qué tan soberanos se sienten?

jguarderas@elcomercio.org

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