Amanecimos un día, después de diez años perdidos, en una realidad paralela. Una alternativa a la realidad con la clara construcción de frases que pretenden llenar el espacio del escenario existente. Una metralleta de furia, disparatadas palabras que estiman estar en contexto, pero son clara demostración de una desesperación irracional, cuando, ante la expectativa del pueblo ecuatoriano, parecería que la justicia y la legalidad se apoderan del presente, dando fin a una era imaginaria. Llama impotente a la defensa de una revolución, que alocó las mentes de quienes vieron una amplia apertura para colmar sus esperanzas en medio de la desesperanza de un pueblo que creyó en promesas vacías, vanidosas, de grandeza.
Tal es la situación, que a quien nominaron candidato oficialista: el mejor, el más apropiado defensor de la ideología, que llevaría adelante la revolución, hoy, ocupa el máximo mandato del pueblo, repentinamente, sin aviso, se convirtió en un monstruo, insisten. Actitud que va más allá de lo inapropiado, pues, así, de la noche a la mañana, en cuanto, parecería, valga la redundancia, la justicia se vuelve justa, los insultos, los extraños viajes, las renuncias que causan expectativa, se suceden uno tras de otro. ¡Grotesca revolución que irrespeta la voluntad del pueblo!
Quienes protegen la realidad alternativa, no dudan en sus fatuos reclamos. No les está prohibido, por decencia, dejar este ambiente malicioso de verdades que ya no representan ni al álter ego ni a la realidad alternativa en la que nos sumergieron por tantos años. Pueden, por respeto a su ideología, alejarse. Tienen la libertad para hacerlo. Sincerándose, demostrando su desconfianza en el líder actual y las verdades que desnudan la realidad paralela. El pueblo no lloraría; los vería partir, desde el más chiquito al más grande, liberando una nueva realidad, asegurando, un futuro de paz. Podría, el mandado del pueblo, ofrecerles esa posibilidad, alejarse del escenario alternativo en el que viven con votación nacional, reafirmando la voluntad de un país que busca el desarrollo de la comunidad y no individual. Es claro que habría que re crear, reestructurar no basta, el sistema electoral, afianzando la verdad, no, el entorno superpuesto de los largos diez años perdidos.
Llegó el momento de señalar que el pueblo, en mayoría, como lo demostraron numéricamente, es el único mandante. Que quien dejó el poder voluntariamente no es más que un álter ego dentro de su realidad alternativa. Momento de recrear una justicia en equilibrio, que caiga quien caiga, según la promesa, el dinero del pueblo debe invertirse en obras, dejando las planicies imaginarias en lo que son; los despropósitos en el olvido, y la justa aplicación de castigo merecido. Callemos a los infames que pretenden borrar los deseos del pueblo. Apoyo a quien atisba actuar ecuánimemente, reclamamos una apremiante actuación, inmediata, sin dubitaciones. No permitamos el desarrollo de una permanente realidad alternativa que cambie por siempre la mentalidad de quienes heredarán Ecuador.