Luis Almagro pidió el viernes en Washington adelantar las elecciones en Venezuela. Esta nueva tensión de una relación poco edificante entre el diplomático uruguayo y el presidente Maduro tiene razón de ser y su propia historia.
Luis Almagro se presentó en un alto foro de reflexión, como es el Consejo de las Américas, en un encuentro organizado también por el American Enterprise Institute.
El Secretario General de la OEA sostuvo que las elecciones generales inmediatas son la única salida para terminar con el régimen autoritario que preside -por elección popular- Nicolás Maduro.
La idea de Almagro tiene fundamento. Quien no lo conoce pensaría que está al servicio de oscuros intereses y de esas babosadas en las que se enarbola el discurso de la soberanía. No es un tema ideológico. Almagro fue canciller del gobierno de Pepe Mujica y es un hombre con clara ideología de izquierda.
La situación interna ya no da más y llegar a las elecciones del 2018, cuando corresponde, sería una factura penosa. El aparato de control total del chavismo, que suma al Ejército, la justicia y el organismo del Consejo Electoral, evitó que el legítimo llamado de la opositora Mesa de Unidad Democrática (que ya tiene mayoría en la Asamblea) no se cumpliera. Trabas, pretextos y dilatorias sacaron a esa opción democrática del calendario. Funciona el control de todos los poderes.
Mientras tanto, la situación económica y de violencia entre las personas es pavorosa. Más de 100 presos políticos persisten, entre los que se encuentra el emblemático Leopoldo López, cuya ratificación de sentencia fue fuente de otro intercambio verbal entre Almagro y Maduro. Una muestra de que el clamor de la comunidad civilizada y democrática del mundo de poco sirve.
Está claro que, como señalan Garry Kasparov y Thor Halvorssen en una columna de Diario El País, el auge del totalitarismo es global. 94 países viven con regímenes totalitarios, tiranos, monarcas o dictadores. Venezuela no es la excepción.