La noticia en Colombia alrededor del homenaje que rindieron los militantes del grupo político Fuerzas Armadas Revolucionarias del Común, provocó mucho para hablar.
Las FARC es el grupo armado guerrillero o terrorista que dejó las armas para acogerse a la paz y a la vida política civil.
Pero las heridas todavía están frescas. Así se advirtió cuando los militantes rindieron público homenaje –con flores y discursos– en la tumba del comandante caído en un bombardeo en el año 2010.
Víctor Julio Suárez, alias ‘Jorge Briceño’ o ‘Mono Jojoy’, fue comandante del Frente Oriental, miembro del secretariado de las FARC y uno de los que se mencionó como posible sucesor de alias ‘Tirofijo’.
Para sus partidarios guerrilleros, una figura; para sus detractores, un terrorista y asesino. ‘Tremendo bandido’ hubiera dicho el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, que así se refería a los miembros del grupo armado que sembró de sangre la historia colombiana y en cuya guerra civil murieron 250 000 personas en medio siglo de actividades guerrilleras y terroristas. El presidente Santos también le consideraba un terrorista.
La actividad del ‘Mono Jojoy’ siempre fue violenta e incisiva. Sus impulsos y la sangre fría para operaciones militares sangrientas dejaron dolor y muchos muertos. Ataques a las fuerzas del orden -militares y policías-, poblaciones civiles que sufrieron la refriega entre la insurgencia y el establecimiento y, por cierto, la fuerza paramilitar con parecidos grados de reacción sobre sus enemigos guerrilleros o civiles que presumían como colaboradores con las fuerzas terroristas.
Las FARC, transformadas en partido político con privilegios de curules que se le entregarán a dedo en el mismo escenario con otras que se las tuvieron que ganar en las urnas despiertan suspicacias y resquemores. Los homenajes de esta semana reflejan solo una parte de las dificultades el proceso de asimilación recién empieza.