Nada nuevo bajo el sol en el informe del ministro Pérez sobre el deplorable estado de la infraestructura hidrocarburífera construida bajo Correa. Impacta que la máxima autoridad petrolera revele la putrefacción en toda su magnitud. Causa desasosiego que el bloque legislativo de AP exija al gobierno que acepte esta herencia sin beneficio de inventario.
¿Incompetencia de los funcionarios petroleros?
No creo. Es corrupción sin escrúpulos.
No creo en incompetencia porque a principios de los setenta, con una corporación petrolera en la infancia, se construyó la refinería de Esmeraldas, financiada por el Japón. Concursaron tres empresas japonesas. Le que ganó construyó una refinería que funcionó sin sobresaltos por décadas.
Cuarenta años después, a pesar de contar con dos gigantescas empresas petroleras estatales, el gobierno resultó incapaz de replicar el éxito de los 70. A la vieja refinería había que darle mantenimiento y repararla; además adecuarla al petróleo ecuatoriano, hoy más viscoso y pesado, y mejorar la calidad de los combustibles. Se presupuestó la obra en USD170 millones. Costó USD2 200 millones.
El 22 de noviembre de 2015 el corazón de la refinería, la unidad de craqueo catalítico (FCC), tuvo un problema de recalentamiento que el gerente Álex Bravo minimizó y desmintió que fuera una explosión (El Comercio, diciembre 6 de 2015). A pesar de ello, se la inauguró un mes después. Hoy, el ministro Pérez revela que el recalentamiento de la unidad FCC es tal que amenaza con explotar.
Que el problema de recalentamiento es responsabilidad de este gobierno, dice el vicepresidente Glas. La calidad de combustibles no mejoró. Se sigue importando nafta de alto octanaje para mezclarla con nuestra gasolina para que mejore de inaceptable a mediocre.
Ecuador adoptó estándares europeos de control de contaminación vehicular. Los nuevos vehículos requieren gasolina de mejor calidad. Ni la súper producto de la mezcla cumple con la norma. USD2 200 millones no compraron que la refinería aumente su capacidad de refinación, ni que se adecúe a la calidad de crudo, o produzca combustibles que cumplan con las normas nacionales. Ni siquiera que funcione con normalidad. La repotenciación es un fracaso.
Esta situación es producto de la corrupción. Como se pactaron coimas en porcentaje del valor de la obra, los sobreprecios engordan las cuentas secretas de los funcionarios en paraísos fiscales. Se compró la falta de fiscalización billete sobre billete. Todo esto se sabe por las acciones de la fiscalía y las delaciones de Odebrecht. Ahora sólo falta el destape: la nómina completa de la red de corrupción, y la sanción correspondiente. Para ello, es indispensable la delación de Capaya.
Lo de la Refinería del Pacífico queda para un
a próxima entrega.