Sí al gatopardismo

Mucho se ha especulado sobre la real dimensión del cambio en la Revolución Ciudadana 2.0 de Lenin Moreno. Lenin despertó el optimismo en mucha gente y no es para menos. Después de 10 años de autoritarismo puro con apenas visos de legalidad, el cambio de estilo es una bocanada de aire fresco con aires de mejores días. Pero existe la muy probable posibilidad de que todo el supuesto cambio no sea más que un saludo a la bandera, una pelea entre compadres que, cuando de poder y mucho dinero se trata, bien puede dar paso a una celebrada reconciliación.

Repase temas importantes que están totalmente en manos del Ejecutivo cambiarlos y decida por usted mismo: ¿Hay un real cambio en la política económica que despegue la alicaída producción? ¿Ha cambiado la política exterior? ¿Hubo un revolcón institucional en los bastiones de la opresión correísta –léase Senain y Senacom-? Eso sin contar con los personajes más increíbles en puestos clave, incluida la ahora Vicepresidenta encargada, que trastoca cualquier idea mínima de meritocracia en las funciones del Estado.

En este contexto, la consulta popular entra de lleno a dirimir un régimen totalmente opaco. De las siete preguntas, lo único que puede empezar a cambiar el entramado autoritario y de partido-estado que crearon es eliminar la reelección indefinida. Aparte de eliminar la posibilidad de que exista la carrera profesional de ser alcalde, el objetivo primordial es sacar definitivamente de escena a Rafael Correa como presidente vitalicio. O sólo ganar tiempo. De ninguna manera significa que Alianza País no se quede con el poder en todas las funciones del Estado. Lo que me lleva a la pregunta fundamental del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. Por qué no aceptan que los que lo propusieron se equivocaron. Si la pregunta necesariamente significa enmendar la Constitución, la única pregunta que cabía era ¿Está de acuerdo con eliminar el CPCCS y transferir todas sus atribuciones a la Asamblea? Mientras un grupo de “escogidos” pueda modificar puntajes a discreción, nada cambiará. Y por último, en una democracia tan compleja como la nuestra, que no haya una pregunta que enmiende el sistema de asignación de escaños en la Asamblea, perpetuará la ventaja del partido que esté en el poder.

Así que sólo hay dos posibilidades. La primera es que todo sea una puesta en escena para mantener la bronca que tan buenos resultados electorales le ha dado al correísmo los últimos 10 años. La segunda es que Lenin sí quiera cambiar algunas cosas, pero a la mojigata manera ecuatoriana del “no sea malito”. Cambio de nombres, estilo, no de prácticas o contenidos.

Dichas estas advertencias, no cabe duda que los ecuatorianos no tenemos otra alternativa que votar sí en la consulta porque –por ahora- es el único viso de luz al final del túnel autoritario que es tan difícil desmontar.

gjaramillo@elcomercio.org

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