Las iniciativas del oficialismo por reformar la Constitución y aprovechar una puerta abierta en su texto, para pasar la reelección indefinida sin consulta popular, deben ser interpretadas como la práctica de lo posible en el mundo de la política. De otra parte, sectores de la oposición, cada uno por su lado, intentan recoger firmas de manera dispersa que significarán un juego pirotécnico vistoso, pero nada más.
Mucho más importante sería que estos sectores -los de oposición- volvieran a leer el segundo numeral del artículo 441 de la Constitución y mediten lo que significa que entre el primer y segundo debates para que se aprueben las enmiendas debe mediar un año. Es decir, 12 meses con un difícil telón de fondo económico, que puede ser desgastante para la legitimidad de las enmiendas y con efectos posteriores o colaterales en el proceso electoral de la reelección. Es posible que durante este lapso la oposición siga en una silvestre tarea de recoger firmas y desperdicie el tiempo, como lo ha hecho desde algunos años, salvo la última elección municipal. El tiempo como se demuestra no falta, no ha faltado y no faltará. Voluntad e inteligencia sí habrá que importarlas, pagando los correspondientes aranceles.
Sin embargo, puede ser que este lapso sirva para estudiar lo que ha significado en la vida institucional del Ecuador la mala práctica médica con la que se hizo el artículo 208 del Constitución, que creó el órgano con más poderes en el Ecuador. Fue el gran paso entre el presidencialismo reforzado que ha predominado en América Latina hacia el supremo y total ejercicio, buque insignia del neopopulismo. Estas arbitrariedades, por un lado, y tolerancia o ignorancia, por el otro, se pagan. Somos un país sin violencia, con estratégicos recursos, pero sin ninguna o precaria institucionalidad. Una especie de Suiza sin relojes de precisión ni paisajes.
Este pastar de vacas flacas a nivel institucional, pues las económicas solo deambulan todavía en el horizonte, pueden servir para reflexionar sobre el futuro inmediato, en busca de una representación con sustento real y no maquillado de la democracia. Por lo menos que se discuta sobre modalidades alternas al superpresidencialismo como pudiera ser algún proyecto de semiparlamentarismo. No hay que olvidar que después del esquema de poder más piramidal que recuerde la historia republicana, solo viene el fin del estado de Derecho.
El campo, aun sin cuidados elementales, se lo percibe apto para cultivar los contrapesos de los poderes. La reunión con los profesores para los fondos previsionales fue adelantada para el domingo, evitando manifestaciones; la Corte Constitucional espera hasta el último para alumbrar, los temblores descubrieron la precipitación de excavar canteras y taludes para las obras de urgencia política y solo el Alcalde ve el avance del metro. Se desconoce la intensidad de su pesadilla.