La inquieta convivencia entre los fortachos bloques económicos latinoamericanos: la Alba y la Alianza del Pacífico enfrenta un temblor debido al triunfo de doña Michelle Bachelet y a sus diferencias políticas con el presidente Sebastián Piñera. Algo va a cambiar en breve y hay expectativa por lo que se viene.
La Alba -o sea la Alianza Bolivariana de América- nació en Caracas en el año 2004 bajo el mando del comandante Hugo Chávez y con el apoyo total de su amigazo Fidel Castro. Al principio fue una respuesta a la Alca (Alianza de Libre Comercio Americano) patrocinada por los Estados Unidos. Luego fue evolucionando para convertirse en un intento chavista de ampliar los límites de la revolución socialista del siglo XXI. El sueño de Chávez fue un liderazgo sudamericano-centroamericano y caribeño y aún más internacional de ser posible, basado en el poder del petróleo y en su carisma.
Ofreció remesas de oro negro para los países e islas que, con Cuba a la cabeza, se unan a la Alba. Luego, entre los países que se incorporaron por su voluntad constan el Ecuador (2008), Nicaragua, Bolivia, Honduras, que luego se retiró.
El grupo de la Alba tuvo altibajos y sufrió un rudo golpe con la muerte de su líder Chávez. Luego, con Nicolás Maduro, llegaron tiempos muy difíciles. A esas alturas ganó Bachelet.
La Alianza del Pacífico nació en Lima el 28 de abril del 2011, bajo el patrocinio del presidente peruano Alan García, con el apoyo de México y su presidente Enrique Peña Nieto; de Colombia Juan Manuel Santos y, por supuesto, del presidente derechista chileno Sebastián Piñera. Cuando asumió el mando del Perú, Ollanta Humala continuó en el seno de la Alianza, afirmando que ese bloque se ubicaba en el octavo puesto de las exportaciones mundiales. Panamá y Costa Rica esperan la hora de ingresar y hay decenas de países observadores que miran con interés el proceso. También la Alianza recibió duros ataques. Uno de los mayores críticos ha sido el presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien fustiga al bloque desde varios ángulos, anotando que prima el neoliberalismo y prevalece el capital sobre el ser humano.
El triunfo de la señora Bachelet fue un impacto para los bloques latinoamericanos vigentes. Evo Morales pidió a la futura Presidenta que muestre su socialismo pasándose a la Alba. Michelle respondió a las inquietudes. Dijo que valora los esfuerzos de la Alianza del Pacífico pero “nos abocaremos a orientar nuestra participación en forma no excluyente o antagonista con otros proyectos de integración”. En otras palabras, no se despide de la Alianza pero le propina un golpe al dejar abiertas otras posibilidades, entre ellas la Alba. Chile, dijo, apoyará de manera especial a la Unasur (Unión de Países Sudamericanos), que tiene su sede en Quito. En síntesis, la señora Bachelet fue una digna triunfadora y se mostró como una socialista moderada.