Dejé un hilo suelto la semana pasada respecto a los indignados que acamparon en Puerta del Sol. Dije que su revolución es un ejercicio pequeño burgués al lado de la tragedia en Oriente Medio. Y lo es. Pero ampliemos la reflexión. La crisis económica en España y Grecia ya provocó una crisis política sin precedentes, en la que todo el establecimiento -Gobierno y oposición (en los dos casos)- no tienen respuestas. Lo más grave es que la sociedad tampoco ha generado propuestas políticas frente a la crisis y ha sucumbido a una deriva cultural que difícilmente les llevará a algún puerto.
En el caso de España, el movimiento 15 de Marzo tuvo aspiraciones grandiosas, innovadoras y hasta anarquistas. Se asimiló rápidamente con Mayo del 68, aquel movimiento francés que rompió consciencias en todo el mundo. El problema fundamental es emularon sólo la parte romántica de aquel escenario, pero no aprendieron sus lecciones. Más aún, volvieron a repetir la historia. Al caer el sol del Mayo francés, la derecha francesa se consolidó. No sólo ganaron la batalla sino también la guerra contra las reivindicaciones, se llevaron con ellos incluso a los trabajadores que podrían haber simpatizado con su propuesta y los dejaron solos. Pasó lo mismo en España. En lugar de una amplia organización popular que diera paso a una tercera vía, abrieron el camino para que Mariano Rajoy y el Partido Popular se impusieran con fuerza y mejor aún, abran camino para elecciones anticipadas. El establecimiento se endurará hacia la derecha usando precisamente las románticas imágenes de Puerta del Sol o de Barcelona y luego retratando los desmanes ocasionados. La derecha se está imponiendo con fuerza en España, mientras todavía los indignados no tienen suficiente fuerza para generar un proceso político que signifique ir más allá de la masa y generar organización política, con un plan y con fuerza electoral.
El caso de Grecia es aún más dramático. Ni siquiera tuvieron tiempo de la fase romántica que acompañó a los acampados españoles. Allí tampoco hay organización política, solo masa, disturbios llenos de violencia sin propuesta y una clase política incapaz de ir más allá de unos cambios de maquillaje. Esa élite política –tanto Gobierno como oposición- ni siquiera ha sido capaz de reconocer que fue su clientelismo y el populismo de sus políticas lo que llevó a este estado de cosas. Siempre más concesiones desde el Estado para “contentar” al electorado en tiempos de campaña, siempre nuevas concesiones y más empleo en el Estado para comprar afinidades políticas, aún a costa más deuda.
Ahora, cuando sociedad y Estado tienen que ajustar su vida a sus reales posibilidades económicas, ninguno de los dos bandos tiene respuestas.
Nadie quiere despertar del sueño de la abundancia, aunque esta nunca haya existido. Y en medio de tanta irresponsabilidad, no hay dinero que alcance.