Aires de libertad

Corren aires de libertad. El clima se aloca. Las sumisas, agitadas, alardean que se está exagerando el concepto de democracia. ¿Se avecina una tormenta de revolución en la que la ciudadanía rompe con las cadenas del miedo? ¿Será que las camisas de fuerza explotan? Parecería que hay voluntad de transparentar, pequeñas rendijas de luz. ¿Serán estos actos esperanzadores un nuevo teatro, cuidadosamente montado, tanto así que, sin cámaras ni micrófonos, sánduches, colas y tanta bien entrenada camiseta verde para seguir el guión de los aplausos, nos asalten, sorpresivamente, aquellos obscuros sábados? ¿Se alejarán los ovejunos actos y pensamientos, tal cual el mandatario estaría prediciendo en sus tweets?

La determinación y la valentía serán indispensables. Basadas en la transparencia, sin recelo para limpiar toda la rampante suciedad y en la honestidad, fundamentada en que no haya arrastre alguno o milloncitos mal gastados del dinero del pueblo en largas y camufladas vacaciones. ¿Existirá esa férrea voluntad de devolver la esperanza al ecuatoriano común y ejemplarizar a las generaciones venideras en el verdadero significado con un levantamiento de honestidad y transparencia? Esta sería una valiosa e indiscutible revuelta, vemos los cuestionamientos, las dudas y ninguna gran y definida acción. Obscuras excusas, falta de pruebas, dicen, y el bloque se auto protege; apadrina al de la década perdida, ¿cobija al actual que promete guerra a la corrupción caiga quien caiga? Así, casual… Pura intención, nada de acción.

Recién, aunque hambre no falta, se da cuenta, que la mesa no quedó puesta ni de cerca. No aparecen los manjares ofrecidos, las viandas se han ido de paseo. Los cubiertos en total desorden y la vajilla anda de viaje. Lo que sí, es que no faltan los invitados, ávidos, aunque según parece ya se comieron de todo, andan con sobrepeso, arrastrando sus inoportunos pecados. Se esfumó la década ganada, son las migas las que se recogen de entre las arrugas de los hasta hace poco impolutos manteles.

Si las caras populares de los últimos años, conocidos infamemente por dudosas acciones, públicamente ventiladas y algunas bien probadas, son retirados de sus posiciones de poder y control, aparecen las discordias bien guardadas al interno del enredado nido de la ideología del montón. Gritan las superioras de la revolución, desestiman las acciones de la persona a quien dieron su voto. Si aparece una luz al final del callejón, ellas, las más expertas quieren tapar hasta el más mínimo destello. La esperanza queda, regada la noticia, de que algún medio ya será público en manos de un excelente libre pensador.

Son los aires de libertad, ráfagas que vienen, ráfagas que van, intenciones loables, propuestas positivas, pero, ¿y qué más? ¿Es esto realidad o puro humo para entretención del más popular de los shows, cambiados a almuerzos con bailache incluido? O, ¿se archivará la historia definitivamente, silenciando lo roto, escondiendo las migas?

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