Ahora le tocó el turno a Evo Morales, de Bolivia. Y con ello demostró que no se diferencia ni en un ápice de toda la camada de la misma índole, sobre todo respecto de su característica más acusada, es decir de las ‘fieras ansias’ que ellos experimentan por eternizarse al mando de sus respectivos países.
El arbitrio que se le ocurrió a Evo y el grupo dominante ha recibido el nombre más bien tosco de “aguinaldazo”, debido a que se vincula estrechamente con la práctica de entregar hacia el final del año un doble valor mensual a todos los trabajadores públicos y obligar simultáneamente, para que procedan de la misma manera, con los trabajadores privados.
La mayoría de los analistas políticos-económicos ha entendido que con esta maniobra del Régimen se adelanta casi el lapso de un año, el inicio de la campaña electoral prevista para octubre próximo, y que tanto la mediana cuanto la pequeña empresas -según el uso de los términos boliviano- podrían verse ante graves dilemas de cumplimiento, por la insuficiencia de la liquidez indispensable para cubrir el impensado egreso.
El respectivo Decreto de Evo ordenó que cuando la economía del país rebasare del 4,5% sobre el año precedente, habrá la obligación de satisfacer el doble desembolso. Los cálculos del Régimen apuntan a que este será del 6,5%, impulsado por el todavía sostenido alto precio de las materias primas y las fuentes energéticas más comunes, y que el sector privado conseguirá unos cuatro mil millones de dólares, por lo que al decir de las autoridades, puede asumir la nueva carga laboral.
De todos modos, el Gobierno dejó en claro que el nuevo salario no incluye a los pensionistas de jubilación. Los personeros del organismo que congrega a la empresa privada de Bolivia sostuvieron que la medida constituye “una pésima señal”, respecto del afán de lograr nuevas inversiones productivas. También manifestaron temores de que con el adicional circulante se elevara la inflación desde los niveles del 4,8%, a tiempo que el neurálgico sector de transporte de pasajeros anunció que juzga como inminente el incremento de sus tarifas.
En suma y a más de temerse disturbios en diversas comarcas del territorio boliviano, se torna bastante evidente que todos los esfuerzos e iniciativas se encaminan a conseguir que Morales pueda alcanzar un tercer mandato presidencial sin solución de continuidad. El fenómeno se repite con una u otra figura dentro de diversas zonas de América Latina.
Y por cierto que ante estos resultados tangibles, suelen desestimarse otros propósitos más o menos intangibles o acaso ilusorios. Esto sucede a modo de ejemplo con el propio “socialismo del siglo XXI” de quien reniega el propio remozador de la doctrina, conforme declaraciones que no dejan lugar a dudas, y con el “buen vivir” mencionado como resumen de las condiciones a las que se aspiraría llegar en un futuro más o menos dilatado a través del tiempo.