La jueza que condenó a Juan Carlos Calderón y a Christian Zurita, por escribir un libro sobre los negocios de Fabricio Correa con el Estado, ha justificado su fallo con un argumento que no deja de ser curioso: la “afectación espiritual” que, según ella, sufrió el Presidente de la República con la publicación de ‘El Gran Hermano’.
El alma, o espíritu, es –según Peter Watson, investigador de la Universidad de Cambridge– una de las tres ideas más importantes que ha producido la humanidad. (Las otras dos serían la noción de Europa y la invención del experimento).
La idea del espíritu es relevante porque ha logrado situarse incluso por encima de la noción de dios, dice Watson. La prueba de ello es que hasta los ateos están dispuestos a creer que en su carácter o su sensibilidad se evidencia un alma o espíritu, explica el académico.
La noción actual del espíritu tiene que ver entonces con el estado de nuestra psique. Antes no era así. En la antigua Grecia se creía que el alma estaba en el semen de los hombres; más tarde se dijo que el espíritu se localizaba en los intestinos de las personas; otros dijeron que el alma tenía forma de mujer y también de ave. El espíritu era, pues, concebido como una entidad independiente que sobrevivía a la desaparición física de una persona. Detrás de esa concepción estaba otra: que había vida después de la muerte.
Con el advenimiento del racionalismo y el consecuente debilitamiento de la fe, la noción de alma dejó de ser religiosa y pasó a ser filosófica. Por tanto, las cuestiones del espíritu se centraron por completo alrededor de la mente. Esa idea del alma permitió que las personas se aventuraran a conocer su yo interior, los porqués de su personalidad. Aquella búsqueda produjo el psicoanálisis y la invención –o el descubrimiento– del ‘inconsciente’.
Cuando la jueza habló de “afectación espiritual”¿a qué tipo de alma se refería? Si hubiera tenido en mente la noción actual de espíritu que –como he dicho– tiene que ver con nuestro estado mental, la funcionaria debió haber pedido test psicológicos que pudieran certificar los trastornos que sufrió el presidente Correa.
Como la jueza no consideró pertinente tener a mano ese tipo de información, debemos asumir que cuando ella habló de “afectación espiritual” utilizó una noción religiosa del alma. Según esa concepción, el espíritu del Presidente habría sufrido como las almas en pena de las novelas góticas.
El problema es que esas almas son entidades sobrenaturales a las que no les interesa el dine-ro –sólo pueden habitar en el cielo o en el infierno. Así que en vez de compensarle con 2 millones de dólares, a ese espíritu atribu-lado del Presidente debería confortársele con oraciones y una misa con diez obispos.