Se anuncia el inicio de operaciones del nuevo aeropuerto de Quito para el próximo 20 de febrero. Según informaciones de prensa, el 19 de febrero a las 18:00, cerrará sus puertas el viejo Mariscal Sucre. Todo parecería indicar que estamos a punto de terminar el cuento con final feliz, pero me temo que la pesadilla apenas empieza.La apertura de la nueva terminal es, en las actuales circunstancias (sin vías de acceso y con el tráfico colapsado), un acto irresponsable e insensato que ocasionará un caos sin precedentes. Para nadie es ajeno el desorden que impera en el tránsito de Quito desde que sufrimos a esta administración municipal carente de sentido común y sobrada de improvisación. Los ejemplos abundan. La ciudad se ahoga en despropósitos y absurdos como la repavimentación de la avenida Occidental Sur mientras se construyen dos importantes pasos a desnivel en la Occidental Norte, con los consecuentes atascos en una de las vías más importantes de descongestión.
Además del hecho real de que la nueva terminal no está concluida y apenas ofrece condiciones mínimas para su operación, existen otras razones evidentes de lo irresponsable que resulta abrir así el aeropuerto. En primer lugar, durante la noche del 19 de febrero se anuncia el traspaso de las instalaciones de la vieja hasta la nueva terminal. Esto implica que en el lapso de 11 horas, aproximadamente, se calcula que habrá una hilera de camiones y plataformas con una longitud de 60 kilómetros de largo haciendo el recorrido entre las dos terminales. Este proceso de carga, viaje y descarga,tendrá a la ciudad, al amanecer del 20 de febrero, absolutamente trastornada. Esa misma noche, los camiones de las empresas florícolas del país también acudirán al nuevo aeropuerto para entregar sus cargas.
Siendo optimistas asumamos que aquel proceso de traspaso de las instalaciones del viejo hasta el nuevo aeropuerto funciona a la perfección y, mágicamente, el día 20 de febrero la nueva terminal está plenamente operativa. Sólo entonces empezará la verdadera pesadilla cuando la ausencia de vías de acceso hacia el valle provoque un caos de tránsito infinitamente superior al que ya hemos vivido en estos últimos años. Y para ponerle la cereza al pastel, se anuncia que hasta finales de marzo, toda la consolidación de la carga se realizará aún en la vieja terminal, lo que implica que los camiones deberán entrar a Quito para descargar, y otros camiones diferentes (de las cargueras), deberán salir de la ciudad hasta la nueva terminal que no tiene vías expeditas de acceso.
El caos es inminente y el futuro oscuro. El Quito que queremos no es el que tenemos: descarrilado, caótico y desorientado. Y la administración que tenemos, tampoco es la que merecemos.