Sebastián Mantilla Baca
smantilla@elcomercio.org
La semana pasada culminó con éxito el proceso de negociación con la Unión Europea para la incorporación del Ecuador al Acuerdo Comercial Multipartes.
Aunque de momento no se conocen detalles de las negociaciones, es previsible que no existan mayores variaciones de lo que lograron en su momento Perú y Colombia. Sin embargo, el hecho de tener un tratado de comercio es positivo en varios aspectos.
El 30% de todas nuestras exportaciones va a Europa, lo que representa un monto anual de USD 2 700 millones. Cerca de 1 400 empresas ecuatorianas venden al mercado comunitario, de las cuales el 60% son pequeñas y medianas empresas. Según Fedexpor, este acuerdo significará un incremento de las exportaciones en USD 500 millones. Se habla de un mercado potencial de 520 millones de personas.
Uno de los aspectos positivos de este Acuerdo Comercial Multipartes es que se abre la puerta para poder mejorar un problema delicado que tiene actualmente la economía del Ecuador: el déficit comercial. En el 2013 la balanza comercial de nuestro país fue de –USD 1 084 millones.
Déficit que, si no contáramos con las exportaciones de petróleo, bordearía los USD 6 000 millones. En el caso de Europa, la balanza comercial en los últimos años se ha mantenido favorable para nosotros. Entre enero y mayo del 2014, Ecuador registró ventas a Europa por USD 1 290,3 millones y compras por
USD 1 096,8 millones.
Otro de los grandes desafíos consiste en procurar que este aumento de las exportaciones vaya de la mano con el cambio de la matriz productiva. Así como se espera que nuestras ventas de banano, camarón, cacao o flores crezcan, hay la expectativa con productos manufacturados o servicios.
Por ejemplo, la industria textil. Europa es el mercado más grande a escala mundial para prendas de vestir. Si ahora este rubro representa apenas el 3% de todas nuestras exportaciones, hay grandes oportunidades que se abren con este acuerdo.
Sin embargo, los tratados no son todo. Ahí son fundamentales las políticas e iniciativas que pueda generar el Gobierno para impulsar las exportaciones. Me refiero, por ejemplo, a los esfuerzos concretos que se podrían hacer para promover las exportaciones de productos no tradicionales como enlatados de pescado, productos mineros, extractos y aceites vegetales, manufacturas de metal, manufacturas de cuero, plástico y caucho, madera, jugos y conservas de frutas, químicos y fármacos, vehículos (en el caso de Europa puede ser inútil pero sí en América Latina), elaborados de banano, entre otros.
De igual modo, no solo es importante diversificar la oferta exportable sino que el volumen de la producción aumente, así como una mejora de la calidad y de los precios.
Aunque este acuerdo con Europa es positivo, hay que hacer muchos más esfuerzos en materia de producción y comercio. Este es apenas el inicio de un largo trecho por recorrer.