Hu Jintao, el presidente chino que termina su mandato, sorprendió al mundo con su discurso frente al Congreso Nacional del Partido Comunista de China. Señaló el grave problema de corrupción “que podría causar la caída del Estado”. Al calor de aquella asamblea se anuncia que se inicia una lucha en contra de la corrupción, al mismo tiempo el mundo entero levanta una ceja.
Al ser preguntado acerca de las actividades de Wikileaks, Julián Assange frecuentemente nombra una de mis palabras favoritas del argot político del inglés, “accountability”. Desgraciadamente no existe en castellano una palabra que traduzca el significado de este término, pero tenemos un concepto que lo refleja, la rendición de cuentas.
Accountability es la cualidad de poder rendir cuentas, la obligación o voluntad de dar cuenta de los propios actos y ser responsable por ellos. Claro, si todos los crímenes, trapos sucios y porquerías realizadas se encubren, o se prohíbe su indagación, o se mantienen secretos, no se puede reclamar ninguna de las tres posibles responsabilidades; ni la responsabilidad penal (que implica la imposición de una pena), ni la responsabilidad civil (que implica habitualmente la indemnización de perjuicios), ni la responsabilidad política (que es la valoración del uso que un individuo u organismo hizo del poder).
El agravio más común de la responsabilidad política, que el pueblo excluya del poder a líderes o partidos nefastos, es visto con menos pesadumbre que los castigos de las otras dos responsabilidades. Pero aun así, es un elemento clave en la estructura de justicia del Estado contemporáneo. Esta es la responsabilidad que vapuleó a Bush y al partido republicano estadounidense (incluso hasta estas elecciones), esta es la que castigó a Sarkozy en Francia, a Zapatero en España, y es la voz que certificará a Bucaram y Gutiérrez que el pueblo se acuerda de sus calamitosos regímenes.
La ecuación matemática de la ‘accountability’ es la siguiente: para que haya justicia debe ser posible reclamar una de las tres responsabilidades, y para que una de estas pueda ponerse en marcha es necesario que se conozcan las fechorías. Conocimiento e información, esa es la premisa esencial de la rendición de cuentas; y allí está el gran mérito de Wikileaks.
¿Qué tan grave será la situación, para que el propio líder del partido la denuncie? Xi Jinping, su sucesor, ahora deberá combatir la corrupción.
¿Sin dejar de lado el sistema con un único partido?… ¿en serio? ¿Cómo? Sin una libertad de prensa, ni de información ¿qué responsabilidad penal o civil podrían amedrentar a los corruptos? Sin, ni siquiera, un sistema electivo que establezca una responsabilidad política, no existe ni el menor nivel posible de rendición de cuentas.